En un lugar en el que ningún ojo humano ha fijado su mirada, mucho
más lejos de lo que jamás podremos imaginar se encuentra un ser a
punto de emprender un viaje que marcará un antes y un después en la
vida de mucha gente.
Este ser es un habitante de otro planeta que tiene a la Tierra en el
punto de mira. Tras cientos de años de observación exhaustiva, los
generales de este planeta deciden dar un paso más y enviar a uno de
los suyos para infiltrarse y averiguar, desde su propia experiencia,
cómo son los humanos aparentando ser uno de ellos.
- Ha
llegado tu hora, C34,-decía una voz dirigiéndose hacia el único
que estaba en la habitación-.
Tras darle indicaciones, la voz le mostró cual sería su aspecto en
el Planeta Tierra.
-
Así te verás en la Tierra. Bajo ningún concepto deberás cambiar a
tu forma original sin nuestro permiso o procederemos a extraerte
inmediatamente para ser juzgado. Utiliza bien tu don, se cauteloso,
no tomes decisiones precipitadas y, lo más importante, envíanos
datos constantemente.
Una vez que todo terminó, C34 se montó en su nave y, antes de
llegar a la Tierra, la hizo desaparecer para entrar sin ser detectado
por ningún satélite espía del gobierno. ¿Su destino? Un pequeño
pueblo perdido en el antiguo oeste.
C34, con su forma ya humana, apareció tras un camión del ejército
que tapaba la vista a una cámara de seguridad. Recomponiéndose,
salió de allí pareciendo lo más normal posible.
Entrando en lo que parecía un bar, comenzó a observar a la gente de
allí cuando un muchacho hizo un comentario que captó su atención.
-
Esa mujer es preciosa. Haría lo que fuera por estar con ella… Pero
como no tengo dinero, nunca sabrá que existo.
Dinero… Eso era. Según los datos que había recopilado su pueblo,
el Planeta Tierra se regía por el dinero y él no tenía de eso así
que, su primer objetivo sería ese.
A unos metros de allí, un hombre iba andando tan tranquilamente por
la calle, silbando una melodía y saludando a las personas que se
encontraba en su camino.
Viendo su atuendo, C34 supo que ese sería quien le diera el salto
para comenzar con su plan.
-
¡Buenos días!-saludó aquel hombre, quien no obtuvo respuesta-.
Al pasar junto a C34, éste se chocó con él y aquel militar se
quedó extrañado, ya que no entendía su forma de actuar. Pero, sin
darle mucha importancia, siguió su camino sin saber que… lo
seguían observando.
Y unos escasos segundos después, C34 utilizó su don y se convirtió
en aquel militar. Mismo aspecto, mismos gestos y misma forma de
hablar. No había diferencia física alguna que pudiera delatarlo;
sin embargo, la personalidad no era capaz de copiarla.
Metiendo la mano en el bolsillo, C34 tenía la cartera de su primera
víctima.
-
Estupendo. Hora de buscar un banco…
Después de sacar todo el dinero de la cuenta que le permitió la
tarjeta, C34 se dirigió hacia un callejón algo escondido en el que
cambiar de forma, ya que podría volver a encontrarse al original y
eso causaría un grave problema.
Un par de minutos después, C34 volvía a la calle principal sin ser
visto y con una idea en mente.
-
Tengo el dinero, ahora me falta un lugar. Tengo entendido que los
humanos viven en edificios que permanecen en un mismo lugar siempre.
¡Qué primitivos...!
Cogiendo un autobús, se dirigió hacia un pueblo más grande a unas
tres horas de camino y, tras bajar de ese medio de transporte tan
lento y que tantas náuseas le provocaba, comenzó a caminar.
-
Nota de campo n.º 387: No volver a subir a un autobús. PD: Echo de
menos mi moto voladora.
Fijando su vista en una de las tantas casas que allí habían, vio
que había un cartel anunciando que se alquilaba así que,
acercándose a ella, llamó a la puerta.
Abriendo la puerta, un hombre salió al porche y saludó a C34.
-
Buenos días, ¿qué desea?-preguntó el dueño de la casa-.
-
Buenos días. He visto que su vivienda se alquila y necesito un lugar
donde permanecer.
-
No, lo siento, usted se confunde. Esta casa no se alquila, es nuestro
sótano el que estaba en alquiler.
- Lo
quiero.
-
Siento decirle que ya está alquilado pero entre una cosa y otra se
me ha olvidado quitar el cartel. Disculpe mucho las molestias.
C34 se quedó completamente serio frente a aquel hombre, quien
comenzó a sentirse incómodo.
-
Oiga, ¿podría dejar de mirarme así? ¿Está usted bien? ¿Hola?
-
¡Cielo!-gritó una voz que salía de dentro-. ¿Podrías venir aquí
un momento?
-
¡Ya voy!-dijo aquel hombre-. Y, por favor, salga de mi propiedad,
¿quiere?
Sin mediar palabra, C34 se dio la vuelta y marchó de allí con una
idea clara: Ese hombre mentía. El sótano seguía en alquiler pero
no quería hombres allí, ¿por qué? Era momento de averiguarlo.
Levantando su mirada, C34 vio a una joven pelirroja que iba con
cierta prisa y que se tropezó junto a él. Sin hacer ningún gesto,
C34 siguió su camino mientras que ella se quedó mirándolo pensando
en lo poco cortés que había sido.
Dando media vuelta, C34 la observó de espaldas y guardó toda esa
información en su memoria. Sonriendo por primera vez desde que había
pisado la Tierra, creyó haber encontrado a la chica ideal para su
plan.
Tras haberse convertido en ella, C34 llamó a la puerta y, de nuevo,
aquel hombre abrió la puerta.
-
Muy buenas, ¿puedo ayudarla, señorita?
-
Sí, verá… He visto el cartel de “se alquila” fuera y quería
saber…
Saliendo al porche, aquel hombre se adelantó a C34.
-
Sí, el sótano está libre, ¿es eso lo que quería saber?
-
Exacto. Entonces… ¿está libre?
-
Por supuesto. Si lo desea, puedo enseñárselo ahora mismo…
Sonriendo, C34 accedió.
- Si
a usted no le importa…
-
Por favor, no me llame de usted que no soy tan viejo. Me llamo Roger.
-
Yo… Rebeca, encantada.
-
Bueno, sígame.
Bajando las escaleras y pasando junto a C34, Roger sonrió de camino
hacia la entrada trasera de la casa ante la atenta mirada de aquella
“chica”. Sus sospechas se habían hecho realidad: Aquel hombre
quería una chica allí. ¿Por qué? Tendría que seguir
investigando…
Roger abrió la puerta del jardín y bajó las escaleras hacia el
sótano.
- La
entrada a tu nueva casa es por aquí, espero que te guste cuando la
veas.
Entrando en ella, Roger le enseñó todas las habitaciones a esa tal
Rebeca y, tras hablar del precio, aceptó. Desde ahora, C34 tenía
una vivienda.
Situándose junto a la puerta para subir, Roger le hizo una última
pregunta a la chica.
-
Entonces, ¿te gusta la casa?
- Es
perfecta para mí y usted, ha sido un estupendo guía.
-
Roger, llámame Roger.
-
Perdón, pero es que me pones…
- Te
pongo…
-
Nerviosa.
Dando un paso atrás, Roger se rió y abrió los brazos.
-
Mírame, ¿ves aquí a un hombre que te ponga nerviosa?
- Yo
estoy viendo a un hombre al que me gustaría besar.
Esa contestación era muy directa y Roger no se la esperaba.
-
¿Me quieres besar? Pero si acabamos de conocernos…
- Lo
sé, pero he visto cómo me mirabas y tú también estás muy bien y…
Lo siento. No debería…
Justo cuando C34 iba a girarse, Roger agarró su brazo y frenó su
avance.
-
Eh, yo no he dicho que no quiera besarte… Así que no te vayas. Ven
aquí…
Y, acercándose, unió su boca a la de ella, quien se quedó
completamente inmóvil ya que no sabía qué hacer…
Al separarse, Roger le agarró el culo y se fue hacia arriba.
-
Nos veremos más tarde, Rebeca, no lo dudes.
- Uy
sí, lo estoy deseando…
Y al llegar a casa, su esposa lo recibió con un beso en la mejilla.
-
¿Dónde estabas cielo? ¿Quién era?
-
Tengo buenas noticias, he alquilado el sótano. Ya podremos pagar con
más holgura la hipoteca de la casa.
-
¡Qué bien!-gritó de alegría la mujer-.
Trayendo hacia sí a Roger, su esposa lo besó profundamente en la
boca sin saber que esos labios que besaba acababan de unirse a otros
diferentes…
- Y
justo lo haces hoy, día en el que cumplimos tres meses de casados.
Eres el mejor, Roger…
CONTINUARÁ...
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