sábado, 20 de julio de 2019

Capítulo 1 || El Intruso


En un lugar en el que ningún ojo humano ha fijado su mirada, mucho más lejos de lo que jamás podremos imaginar se encuentra un ser a punto de emprender un viaje que marcará un antes y un después en la vida de mucha gente.




Este ser es un habitante de otro planeta que tiene a la Tierra en el punto de mira. Tras cientos de años de observación exhaustiva, los generales de este planeta deciden dar un paso más y enviar a uno de los suyos para infiltrarse y averiguar, desde su propia experiencia, cómo son los humanos aparentando ser uno de ellos.
- Ha llegado tu hora, C34,-decía una voz dirigiéndose hacia el único que estaba en la habitación-.



 Tras darle indicaciones, la voz le mostró cual sería su aspecto en el Planeta Tierra.
- Así te verás en la Tierra. Bajo ningún concepto deberás cambiar a tu forma original sin nuestro permiso o procederemos a extraerte inmediatamente para ser juzgado. Utiliza bien tu don, se cauteloso, no tomes decisiones precipitadas y, lo más importante, envíanos datos constantemente.


 Una vez que todo terminó, C34 se montó en su nave y, antes de llegar a la Tierra, la hizo desaparecer para entrar sin ser detectado por ningún satélite espía del gobierno. ¿Su destino? Un pequeño pueblo perdido en el antiguo oeste.


 C34, con su forma ya humana, apareció tras un camión del ejército que tapaba la vista a una cámara de seguridad. Recomponiéndose, salió de allí pareciendo lo más normal posible.


 Entrando en lo que parecía un bar, comenzó a observar a la gente de allí cuando un muchacho hizo un comentario que captó su atención.
- Esa mujer es preciosa. Haría lo que fuera por estar con ella… Pero como no tengo dinero, nunca sabrá que existo.


 Dinero… Eso era. Según los datos que había recopilado su pueblo, el Planeta Tierra se regía por el dinero y él no tenía de eso así que, su primer objetivo sería ese.


 A unos metros de allí, un hombre iba andando tan tranquilamente por la calle, silbando una melodía y saludando a las personas que se encontraba en su camino.


 Viendo su atuendo, C34 supo que ese sería quien le diera el salto para comenzar con su plan.
- ¡Buenos días!-saludó aquel hombre, quien no obtuvo respuesta-.


 Al pasar junto a C34, éste se chocó con él y aquel militar se quedó extrañado, ya que no entendía su forma de actuar. Pero, sin darle mucha importancia, siguió su camino sin saber que… lo seguían observando.


 Y unos escasos segundos después, C34 utilizó su don y se convirtió en aquel militar. Mismo aspecto, mismos gestos y misma forma de hablar. No había diferencia física alguna que pudiera delatarlo; sin embargo, la personalidad no era capaz de copiarla.  


 Metiendo la mano en el bolsillo, C34 tenía la cartera de su primera víctima.
- Estupendo. Hora de buscar un banco…


 Después de sacar todo el dinero de la cuenta que le permitió la tarjeta, C34 se dirigió hacia un callejón algo escondido en el que cambiar de forma, ya que podría volver a encontrarse al original y eso causaría un grave problema.


 Un par de minutos después, C34 volvía a la calle principal sin ser visto y con una idea en mente.
- Tengo el dinero, ahora me falta un lugar. Tengo entendido que los humanos viven en edificios que permanecen en un mismo lugar siempre. ¡Qué primitivos...!


 Cogiendo un autobús, se dirigió hacia un pueblo más grande a unas tres horas de camino y, tras bajar de ese medio de transporte tan lento y que tantas náuseas le provocaba, comenzó a caminar.
- Nota de campo n.º 387: No volver a subir a un autobús. PD: Echo de menos mi moto voladora.


 Fijando su vista en una de las tantas casas que allí habían, vio que había un cartel anunciando que se alquilaba así que, acercándose a ella, llamó a la puerta.


 Abriendo la puerta, un hombre salió al porche y saludó a C34.
- Buenos días, ¿qué desea?-preguntó el dueño de la casa-.
- Buenos días. He visto que su vivienda se alquila y necesito un lugar donde permanecer.
- No, lo siento, usted se confunde. Esta casa no se alquila, es nuestro sótano el que estaba en alquiler.
- Lo quiero.

- Siento decirle que ya está alquilado pero entre una cosa y otra se me ha olvidado quitar el cartel. Disculpe mucho las molestias.


 C34 se quedó completamente serio frente a aquel hombre, quien comenzó a sentirse incómodo.
- Oiga, ¿podría dejar de mirarme así? ¿Está usted bien? ¿Hola?
- ¡Cielo!-gritó una voz que salía de dentro-. ¿Podrías venir aquí un momento?

- ¡Ya voy!-dijo aquel hombre-. Y, por favor, salga de mi propiedad, ¿quiere?


 Sin mediar palabra, C34 se dio la vuelta y marchó de allí con una idea clara: Ese hombre mentía. El sótano seguía en alquiler pero no quería hombres allí, ¿por qué? Era momento de averiguarlo.


 Levantando su mirada, C34 vio a una joven pelirroja que iba con cierta prisa y que se tropezó junto a él. Sin hacer ningún gesto, C34 siguió su camino mientras que ella se quedó mirándolo pensando en lo poco cortés que había sido.


 Dando media vuelta, C34 la observó de espaldas y guardó toda esa información en su memoria. Sonriendo por primera vez desde que había pisado la Tierra, creyó haber encontrado a la chica ideal para su plan.


 Tras haberse convertido en ella, C34 llamó a la puerta y, de nuevo, aquel hombre abrió la puerta.
- Muy buenas, ¿puedo ayudarla, señorita?

- Sí, verá… He visto el cartel de “se alquila” fuera y quería saber…


 Saliendo al porche, aquel hombre se adelantó a C34.
- Sí, el sótano está libre, ¿es eso lo que quería saber?
- Exacto. Entonces… ¿está libre?

- Por supuesto. Si lo desea, puedo enseñárselo ahora mismo…


 Sonriendo, C34 accedió.
- Si a usted no le importa…
- Por favor, no me llame de usted que no soy tan viejo. Me llamo Roger.
- Yo… Rebeca, encantada.

- Bueno, sígame.


 Bajando las escaleras y pasando junto a C34, Roger sonrió de camino hacia la entrada trasera de la casa ante la atenta mirada de aquella “chica”. Sus sospechas se habían hecho realidad: Aquel hombre quería una chica allí. ¿Por qué? Tendría que seguir investigando…


 Roger abrió la puerta del jardín y bajó las escaleras hacia el sótano.
- La entrada a tu nueva casa es por aquí, espero que te guste cuando la veas.


 Entrando en ella, Roger le enseñó todas las habitaciones a esa tal Rebeca y, tras hablar del precio, aceptó. Desde ahora, C34 tenía una vivienda.


 Situándose junto a la puerta para subir, Roger le hizo una última pregunta a la chica.
- Entonces, ¿te gusta la casa?
- Es perfecta para mí y usted, ha sido un estupendo guía.
- Roger, llámame Roger.
- Perdón, pero es que me pones…
- Te pongo…

- Nerviosa.


 Dando un paso atrás, Roger se rió y abrió los brazos.
- Mírame, ¿ves aquí a un hombre que te ponga nerviosa?

- Yo estoy viendo a un hombre al que me gustaría besar.


 Esa contestación era muy directa y Roger no se la esperaba.
- ¿Me quieres besar? Pero si acabamos de conocernos…

- Lo sé, pero he visto cómo me mirabas y tú también estás muy bien y… Lo siento. No debería…


 Justo cuando C34 iba a girarse, Roger agarró su brazo y frenó su avance.
- Eh, yo no he dicho que no quiera besarte… Así que no te vayas. Ven aquí…


 Y, acercándose, unió su boca a la de ella, quien se quedó completamente inmóvil ya que no sabía qué hacer…  


 Al separarse, Roger le agarró el culo y se fue hacia arriba.
- Nos veremos más tarde, Rebeca, no lo dudes.

- Uy sí, lo estoy deseando…


 Y al llegar a casa, su esposa lo recibió con un beso en la mejilla.
- ¿Dónde estabas cielo? ¿Quién era?
- Tengo buenas noticias, he alquilado el sótano. Ya podremos pagar con más holgura la hipoteca de la casa.

- ¡Qué bien!-gritó de alegría la mujer-.


 Trayendo hacia sí a Roger, su esposa lo besó profundamente en la boca sin saber que esos labios que besaba acababan de unirse a otros diferentes…
- Y justo lo haces hoy, día en el que cumplimos tres meses de casados. Eres el mejor, Roger…



CONTINUARÁ...

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