jueves, 12 de julio de 2018

The Jungle || Capítulo 7


Llevando a Isabel al campamento, Pocholo la tiró sobre la arena y llamó a su equipo.
-          ¡ARRIBA! ¡Tenemos que irnos!
-          ¿Qué ocurre Pocholo?-preguntó Jota, que fue el primero en despertar-.
-          ¡Vámonos! A prisa…




Fijándose en que había una chica en el suelo, se extrañó.
-          ¿Y quién es esta chica?
-          Nuestro rehén. ¡Vámonos ya!




Cuando los demás se fueron levantando, quisieron saber si se llevaban las cosas, pero Pocholo tenía prisa y no haría falta recoger nada, ya que lo importante lo tenían en el barco.
-          Rush, lleva tú a la chica,-mandó Pocholo-.




Pocos minutos después, Fausto se despertó y fue corriendo hacia la entrada del escondite, pero allí encontró sólo a Yondo.
-          Por fin, ¿dónde coño os habéis metido?
-          ¿No está Isabel contigo?
-          Creí que estaría contigo. ¿Qué pasa?




Fausto estaba muy agitado y nervioso. Yondo nunca había visto así a su cuñado.
-          Recibí un golpe en la cabeza por detrás y me quedé inconsciente. Me he despertado ahora y no sé qué ha pasado. ¿De verdad que no has visto a Isabel?
-          Allí abajo no está.
-          La habrán cogido los de la playa, ¡joder!-dijo Fausto comenzando a correr-.
-          ¡Espera! ¡Voy contigo!




Corriendo lo más rápido que podían, Fausto iba delante de Yondo y fue quien vio cómo los del campamento se encontraban lejos de ellos.
-          ¡Mira! Uno de ellos lleva a Isabel. ¡Tengo que ir a por ella!
-          ¡Fausto no! ¡Es muy peligroso!
-          ¡Es mi hija, Yondo!




Dejando de correr, Yondo vio cómo su cuñado se comenzaba a alejar.
-          ¿Y qué hago yo ahora?
-          ¡Diles a los demás que volveré! ¡Cuéntales lo que ha pasado!
-          ¡JODER!
-          ¡¡¡Volveré!!!




Unos minutos después, habían soltado amarras y comenzaban a alejarse de la costa con dirección a sus hogares. En el camarote donde dormían todos, el primero en ir a descansar fue Venancio.
-          Me vas a volver a quitar la litera, ¿no mamón?-se quejaba Curri-.
-          Que te den. La próxima vez sé más rápido.




Rush había dejado a la muchacha en la habitación que le había dicho Pocholo, pero claro, él no estaba seguro de lo que pretendía. ¿Qué necesidad había de llevarse a la muchacha? Todas estas inquietudes, se las transmitió a Jota.
-          No creo que esté bien lo que hemos hecho. Una cosa es la droga, pero otra muy diferente es traficar con seres humanos, tío. Que es una persona humana, como tú y como yo. ¿Por qué tenemos que permitir estas cosas?
-          Porque nos pagan para que hagamos el trabajo sin hacer preguntas… ¿Por qué te crees que te decíamos ayer en la isla que no nos apetecía seguir mirando más? Si estamos aquí es por el dinero, no por lo que se haga o deje de hacer. Pero nuestro trabajo era ir, recoger la dichosa plantita y volver. No había nada de transportar a una pobre chica.




Jota tampoco estaba de acuerdo con la decisión de Pocholo y, esta vez, no quería quedarse callado.
-          Cuando venga aquí pienso decirle algo a Pocholo. Que sea el que manda no significa que pueda hacer lo que le dé la gana, porque lo que ha hecho nos implica a todos. Y yo no estoy dispuesto a ir a la cárcel por una gilipollez que ha hecho el tonto a las tres de Pocholo.
-          Yo tampoco Jota.
-          ¡Ni yo!-dijo también Curri-.




Fausto había logrado escalar por el ancla justo antes de que comenzar el viaje de vuelta. Siguiendo desde lejos al grupo, llegó a la zona de los camarotes donde, desde el pasillo, observaba a Pocholo.
-          Ese hijo de puta se va a enterar…




Pocholo había preparado rápidamente uno de los cuartos como si fuera un dormitorio y le dijo a Rush que la dejase allí. Cuando entró, vio que la muchacha permanecía inconsciente.




Sentándose en una de las cajas cercanas a la cama, comenzó a hablarle a la chica.
-          Sé que no me escuchas, pero aunque ahora no me creas, te vas a alegrar de que te haya raptado. Eres de una belleza sin par y voy a disfrutar mucho contigo… Ahora duerme, descansa, cielo mío…




Desde la puerta, Fausto observaba cómo aquel baboso manoseaba a su hija mientras le decía un sinfín de cosas. Quería entrar, pero la puerta estaba cerrada por dentro y tampoco quería ser descubierto, ya que estaba en clara desventaja numérica, así que la ira que le recorría por dentro iba en aumento.




Viendo que Pocholo se incorporaba, Fausto dio media vuelta y entró por la primera puerta que vio. Si quería salvar a su hija, tendría que trazar un plan.




Pocholo, al salir, cerró la puerta con llave y se la guardó en el bolsillo. Estaba contento porque podría hacer con ella lo que le diera la gana…




Entrando en el camarote, Rush y Jota se quedaron en silencio al momento.
-          ¡Chavales! ¿Contentos de volver tan pronto a casa?




Pero nadie dijo ni una palabra. Parándose, volvió a preguntar y, en ese momento, Jota lo miró y se dirigió hacia él. Su hermano giró la cabeza y no quiso mirar lo que estaba seguro que iba a pasar…
-          Pocholo… Queremos hablar contigo.
-          ¿Quién? ¿Rush y tú?
-          Sí, pero sobre todo yo.




Mirando a Rush, Pocholo le increpó.
-          ¿Qué me tienes que decir, Rush?
-          Yo… Ehm… Bueno…
-          ¿De repente no sabes hablar?
-          Voy a hablar yo,-dijo Jota-. Pocholo, no estamos de acuerdo con lo que has hecho. ¿Has perdido la cabeza? ¿Cómo se te ocurre llevarte a una chica de aquella isla?




Todo se quedó en silencio, la tensión se palpaba en el ambiente… Pero Pocholo actuó y comenzó a gritar.
-          ¿Vas a venir tú a decirme A MÍ lo que tengo que tengo que hacer? ¿Pero quién te has creído tú que eres?
-          ¡Es un ser humano! Es una persona como tú y como yo. ¿Qué te da derecho a llevártela así sin más?
-          Pero vamos a ver, ¡que no tengo que darte explicaciones, pelirrojo de mierda!
-          ¡No me insultes!
-          Vamos a dejar las cosas claras. YO soy el que te paga, el que paga a cada uno de vosotros, ¡¿OS QUEDA CLARO?! Así que, o acatáis mis normas o el que no lo haga podría caer por la borda “accidentalmente”.




Jota dio un paso atrás ante la amenaza de Pocholo. ¿Sería capaz de hacer eso con tal de satisfacer sus bajos instintos?




A todo esto, Fausto aprovechó el ruido de la bronca que se había formado para intentar forzar la puerta, pero le resultaba imposible. Se sentía impotente al poder ver a su hija inconsciente y no poder ayudarla.




Pocholo miraba a Jota con tono desafiante. Su rival no le quitaba ojo de encima y Pocholo comenzó a mirar a todos los demás que agachaban la vista para no mirarle a los ojos.




Los puños de Jota estaban muy cerrados y se estaba controlando mucho para no hacer lo que tantas ganas tenía, así que, se marchó de la habitación antes de hacer ninguna tontería.




Pocholo creyó escuchar ruido fuera, así que mandó a Jota a ver qué pasaba, por lo que se dirigió hacia la puerta donde estaba Isabel y comprobó que la habitación estaba cerrada con llave.




Desde la esquina, Fausto pudo escuchar las palabras que dijo en voz alta aquel pelirrojo.
-          Lo siento mucho. Ojalá pudiera hacer algo para sacarte de ahí… Puto Pocholo…


Al escuchar estas palabras, Fausto se dio cuenta de que ese chico era diferente y no estaba de acuerdo con ese tal Pocholo y, de un momento a otro, se le ocurrió que podría ayudarle a él y a Isabel.



Marchándose de ahí, Jota se dirigió a la habitación donde se había escondido previamente Fausto.
-          Necesito un poco de alcohol…




Rápidamente, Fausto se coló en la habitación ante el asombro de Jota que, en shock, se quedó inmóvil en el sitio.
-          Shhhh, no hagas ni un ruido pelirrojo. No voy a hacerte nada…
-          ¿Qui-quién eres?
-          Soy el padre de la chica.




Jota sonrió de puro nerviosismo. Estaba temblando de miedo.
-          ¿Cómo has podido entrar?
-          Me he colado. Pero eso ahora no importa. Te he oído decir que te gustaría hacer algo para sacar a mi hija de ahí, así que necesito tu ayuda.




CONTINUARÁ…

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