Pocholo comenzó a
recolectar el fruto de la planta y también cortó alguna rama para poder
llevársela y, de esa forma, replantarla para no tener que volver.
-
¡Nos vamos a hacer
millonarios, Venancio!
Cuando terminaron de ahí,
siguieron un camino natural que atravesaba y rodeaba la isla.
-
Mantén los ojos
abiertos Venancio. Puede haber más plantas repartidas por otros lados…
-
Hemos cogido
muchas ya, ¿cierto?
-
Sí, pero si
encontramos más será mucho mejor. Paciencia, estamos cerca…
El otro grupo se encontró
delante de la antigua cabaña de los padres de Fausto.
-
¿Qué tal por el
puente, chicos?-preguntó Rush-.
-
Ah, nada. Todo muy
bonito pero ni rastro de la dichosa plantita. Menos mal que pagan bien, porque
si no…
-
Tío, ¿habéis visto
que hay una cabaña aquí?
-
Coño, es cierto…
Mirando la cabaña,
entraron y vieron que estaba vacía y muy estropeada.
-
Aquí ha habido
gente,-sentenció Rush-.
-
¿No me digas?-dijo
sarcástico Curri-. Lo que no sabemos es si siguen vivos o no.
-
¿Has visto el
estado en el que está todo? Esa gente seguro que está muerta,-comentó Jota-.
-
¿Y cómo habrán
llegado aquí?-se interesaba Rush-.
-
Anda, ve y
pregúntales si te lo encuentras Rush jajaja,-rió Curri-.
Fausto estaba atento a
los movimientos de aquellos tres. Se le hacía raro ver a otras personas que no
fueran de su familia y aquellos no parecían malas personas, pero aún no había
averiguado qué hacían allí.
-
Bueno, será mejor
que sigamos buscando,-dijo Rush-.
-
Sí, no quiero que
Pocholo nos eche la bronca después si no buscamos su dichosa plantita,-comentó
Jota con retintín-. De verdad, qué mierda de putos drogatas y sus chanchullos.
-
Pues no lo digas
muy alto que todos aquí estamos metidos en el ajo,-dijo Curri-.
-
Porque no hay otra
cosa, que si no… Ya te digo yo a ti que no me veíais el pelo. Bueno, sigamos.
Yéndose de allí, Fausto y
Yondo se escondieron más adelante, en el límite de su poblado. Cruzaban los
dedos para que ninguno de los tres se diera cuenta de sus chozas y siguieran de
largo. Pero a pesar del calor que hacía para ellos, Rush paró en el camino.
-
Ahí parece haber
más bosque, ¿no deberíamos ir y mirar por allí?
-
Mira Rush, deja de
dar por culo. Se está haciendo tarde, estamos aquí obligados por Pocholo porque
no había nadie que se ofreciera voluntario.
-
Pues yo sí.
-
Enhorabuena por
ti. Ahora vamos a seguir adelante y terminemos con esto de una puta vez, ¿te
queda claro?
-
Eso te pasa por
hacerte el guay,-dijo Curri con una sonrisa-.
Y sin mediar más palabra,
los tres siguieron el camino sin saber que a unos escasos seis metros, les
observaba Yondo escondido entre los matorrales.
Pero Rush no parecía
estar tranquilo del todo y no paraba de atosigar a sus compañeros.
-
Chicos, ¿no os da
la sensación de que nos están vigilando?
-
¡QUE TE
CALLES!-dijeron ambos hermanos al unísono-.
En otro lado de la isla,
Pocholo y Venancio se encontraron con que el camino se dividía en dos.
-
Venancio, ¿subes
la colina tú y sigo el camino yo o al revés?
-
Como quieras, me
da igual.
-
Venga, subo yo, a
ver si veo algo mejor desde arriba.
-
Está bien. ¿Nos
vemos en el campamento?
-
Sí. Si tienes que
volver, hazlo por el sitio que hemos recorrido o nos llamas y alguno de
nosotros te recogemos. No queremos que nadie se nos pierda.
Y cuando Pocholo subió,
pudo disfrutar de una estupenda puesta de sol.
-
El sitio es
precioso… Pero en una hora esto será la boca del lobo. Tenemos que volver y
hacer el campamento antes de que sea demasiado tarde.
Llamando a los miembros
del grupo, les dijo que volvieran a la playa donde habían encontrado el SOS,
que ahí había más espacio y podrían montar el campamento mucho mejor.
-
Gente, Pocholo nos
manda volver, hora de dar la vuelta,-dijo Jota deshaciendo el camino que
acababa de andar-.
Y una hora y pico más
tarde, ya estaba todo montado. Había una pequeña hoguera para calentarse,
estaban las tiendas de campaña puestas y Jota estaba haciendo perritos
calientes en la barbacoa que habían traído.
Pocholo se interesó por
lo que había hecho su equipo en la otra parte.
-
Hemos descubierto
esta cabaña, lo del mensaje SOS y que la isla es preciosa pero ni rastro de la
planta.
-
Pues nosotros fue
llegar y encontrárnosla de frente. Por suerte había bastante y con el par de
ramas que nos llevamos de vuelta, no tendremos que volver a pisar este sitio
nunca más. Es grande la isla, ¿no?
Curri era el que le
comentaba las cosas a Pocholo.
-
Sí, pero al haber
tanto árbol despista un poco. Puede ser que sea una isla mediana.
-
¿Habéis ido por
todos los sitios?
-
Sí, hemos
recorrido palmo a palmo la isla y no hemos visto ningún otro signo de vida
aparte del que hay en esta playa.
-
Seguramente sería
algún náufrago que se quedaría encerrado aquí y moriría con el tiempo.
Cuando el cocinero vino
con el plato de los perritos calientes, todos salieron en manada a por su
ración. Estaban muertos del hambre a las alturas de la noche en las que
estaban.
Y tras cenar, cada uno se
fue a su tienda. Estaban agotados y al día siguiente tendrían que seguir
recorriendo la isla.
-
Mañana a las 8 de
la mañana volvemos a la carga,-mandó Pocholo-. ¡Que descanséis!
-
¡Buenas
noches!-desearon los demás-.
Un par de minutos
después, Pocholo se dirigió a su tienda para dormir también, dejando el fuego
encendido.
-
Esta gente no sabe
que de noche hay que apagar el fuego por si vienen las fieras. Menos mal que
aquí no hay ni osos ni tigres, porque si no la tenían clara,-decía Fausto-.
-
Tío, esa comida
huele demasiado bien. ¿Qué es?
-
Perritos
calientes.
-
¡¿En tu mundo se
comen perros?!
-
No hombre, tienen
ese nombre, pero no es carne de perro. Suele ser carne de cerdo puesta en forma
de palo y luego cogen pan y le echan una salsa de tomate.
-
Yo voy a ver si se
han dejado…
Y siguiendo en el más
grande de los silencios, Yondo se adelantó en busca de los ansiados perritos
calientes.
-
¡No hagas ruido!
Cuando vio que habían
sobrado perritos calientes, Yondo miró a las tiendas y se llevó la comida
dirigiéndose con rapidez a su escondrijo.
Al llegar, Fausto se
incorporó.
-
Será mejor que
volvamos e informemos sobre lo que están haciendo aquí. Tengo una leve idea de
por qué han encontrado este lugar…-dijo Fausto-.
-
Ahora nos cuentas
allí, que yo quiero probar esto que huele tan bien. ¿Alguna vez has comido
esto?
-
Sí, pero harán 40
años que no pruebo este tipo de comida. No sabes lo que echo de menos ciertas
cosas de allí…
Y conforme hablaban entre
ellos en un tono casi inaudible marchándose hacia la cueva, un silencioso
Pocholo salió de su tienda.
Había notado en la cena
un movimiento extraño junto a la cabaña abandonada y quiso averiguar si había
gente allí o sólo era el viento moviendo las cosas y, efectivamente, estaba en
lo cierto. Había dos personas observándolos, tal vez, desde que llegaron.
Al llegar a la entrada
del escondite, vieron a Isabel saliendo de allí. Extrañado, Yondo quiso saber
por qué salía de aquel lugar.
-
He salido a por
agua, tío. El agua que hay allí abajo es salada y no podemos beber. Llevamos
horas esperando a que anochezca para salir con más seguridad a coger
provisiones de agua. ¿Qué tal vosotros? ¿Habéis descubierto algo?
Abrazando a su tío, soltó
toda la presión que la muchacha llevaba encima desde esa mañana.
-
Ha sido una
jornada interesante. Ahora ahí abajo os contaremos todo más detalladamente. Yo
me voy bajando, que tengo una sorpresa para vosotros…
Poniéndose frente a su
hija, la miró con una sonrisa.
-
Por fin te veo. He
estado todo el día pensando en vosotros… ¿Cómo habéis pasado el día escondidos
en ese sitio?-preguntó Fausto-.
Pocholo había seguido a
Fausto y a Yondo desde lejos y, parándose a cierta distancia, pudo comprobar
que había una chica también.
-
Tal vez sea una
familia. Lo que me extraña es que ese sea blanco… ¿Será el náufrago del que
hablaba Rush?
Sin saber que los
vigilaban, Fausto e Isabel se fundían en un dulce y tierno abrazo.
-
Padre, todos hemos
estado muy preocupados por vosotros. ¿Estáis bien?
-
Sí, perfectamente.
Ahora lo diré con más detalle, pero sé que están buscando una planta.
-
¿Una planta? ¿De
donde sois no hay plantas?
-
Sí, pero ellos
parecen que buscan esa planta porque tiene propiedades alucinógenas. Ellos le
llaman droga.
-
No lo entiendo.
¿Por qué necesitan eso?
-
Ni idea, pero
bueno, ve a por el agua y baja, yo voy a asegurarme de que nadie nos ha
seguido.
-
Vale, te espero
aquí.
Pocholo no podía escuchar
nada, pero cuando vio cómo Fausto se daba la vuelta, supo que tendría que
esconderse.
-
Mierda, voy a
tener que salir pitando de aquí…
Escondiéndose entre la
maleza, pensó que llevarse a una nativa de la isla sería, cuanto menos,
interesante. Así que cuando Fausto pasó de largo le pegó un golpe en el cuello
que lo dejó inconsciente.
Llevándoselo más al
interior del bosque, descubrió el poblado donde vivían. Dejándolo allí, volvió
hacia donde se encontraba su principal objetivo: Isabel.
La muchacha estaba cansada,
pero su padre no había vuelto y tardaba demasiado. Como no quería armar mucho
ruido, se fue por el lado contrario al que se había ido su padre por si había
dado la vuelta a la isla y venía por ahí.
Pero al girarse, le dio
la espalda a Pocholo que venía raudo y veloz a por ella que, para no jugársela,
le pegó un golpe en la nuca que la dejó inconsciente en el suelo al igual que
su padre…
CONTINUARÁ…
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