lunes, 23 de julio de 2018

The Jungle || Capítulo 10


Rita todavía estaba en el escondite con Isabel y quería volver a casa, pero no estaba segura de si se habían ido Pocholo y Julio o no, así que llamó a su hijo Kevin.
-          Kevin, ¿estás en casa?
-          Sí, me acabas de despertar, ¿qué quieres mamá?
-          Necesito que vayas a mi dormitorio y cojas un vestido mío.
-          ¿Y para qué lo necesitas? ¿Dónde estás?
-          Tú hazme caso y cógelo. ¡Ah! Y mira en mi zapatero por si hay algún zapato plano, que no tenga tacón.
-          Aish mamá…
-          Venga, no te quejes y hazme el favor. Cuando lo tengas, sal al jardín. ¿Está tu padre en casa?
-          No lo sé.
-          Bueno, ahora haz eso que te he pedido y nos vemos fuera, chao.




Kevin, muy a su pesar, se vistió y fue al dormitorio de su madre para coger la ropa. La casa estaba completamente en silencio y al llamar a su padre y no obtener respuesta, supo que no estaba. Lo que le extrañaba al primogénito de la familia era que su madre no estuviera en casa y que le hubiera pedido ropa. Kevin tenía el sueño tan profundo que no se había enterado de nada de lo que había pasado minutos antes en su casa.




Al salir al jardín, miró a todos lados y, momentos después, vio cómo su madre subía la colina y detrás una chica a la que nunca había visto. ¿Quién era esa muchacha?




Cuando llegó, Rita abrazó a su hijo con fuerza.
-          Esto… Mamá, ¿a qué viene este abrazo? Hacía años que no me abrazabas…
-          No sabes el miedo que he pasado, Kevin.
-          ¿Miedo? ¿Qué ha ocurrido?
-          Tu padre y Pocholo, que han perdido el norte.
-          A ver, tranquilízate y dime qué es lo que ha pasado.
-          Tu padre estaba hablando con Pocholo cuando alguien entró en casa y agarró a Pocholo. Yo me levanté al escuchar voces en un tono más alto y, sin comerlo ni beberlo, el que había agarrado a Pocholo no era otro que el hermano de tu padre.
-          ¡¿El tío Fausto?! Pero… ¿no había muerto con los abuelos en un accidente de avión?
-          Eso creíamos, pero al parecer no…




A Kevin se le acababan de romper todos los esquemas de su cabeza…
-          A ver, a ver, que yo me entere… El tío Fausto vino aquí y agarró a Pocholo. Hasta ahí bien, ¿y qué pasó después?
-          Tu tío dejó inconsciente a Pocholo y discutió con tu padre por el tema de las drogas. Al parecer cuando tuvieron el accidente de avión, tus abuelos y él sobrevivieron en una isla y estuvieron allí hasta ahora que Pocholo fue por orden de tu padre para coger unas plantas para comercializarlas como droga. Pocholo secuestró a esta chica, que es tu prima, y tu tío se coló en el barco y vino hacia aquí.
-          La Virgen… ¿Y qué han hecho con el tío? Porque ni papá ni Pocholo están en casa.
-          Eso es lo que no sé, porque Pocholo se despertó, agredió a Isabel y fue junto con tu padre a por tu tío Fausto. Yo agarré a tu prima y salimos corriendo de allí. Por eso te he pedido la ropa, mira qué pintas lleva…




Madre e hijo miraron a Isabel que, avergonzada, agachó la cabeza.
-          Toma, aquí tienes la ropa,-le ofreció Kevin amistosamente-. Te acompaño al aseo para que te puedas cambiar.




Unos minutos después, una Isabel completamente cambiada, salió al comedor ante la atenta mirada de su tía y su primo.
-          Wow, menudo cambio Isabel,-admiró Rita-.
-          Estás muy guapa,-afirmó Kevin mientras que Isabel lo miraba fijamente-.




Rita se acercó a su sobrina y la felicitó.
-          Se te ve estupenda. Pareces otra chica diferente.
-          Yo me veo muy rara… Nunca me he vestido así. Si me vieran mis padres no me reconocerían.
-          Uy, pues tengo que maquillarte todavía.
-          ¿Maquilla-qué?
-          Tú vente conmigo y confía en mí…




Unos cinco minutos después, ambas mujeres salieron del baño e Isabel parecía una persona distinta con ese vestido y el maquillaje.
-          ¿Cómo ves a tu prima, Kevin?-preguntó Rita-.
-          Está muy guapa y diferente. Nadie diría que es la misma chica.




Isabel se veía rara, ya que ese vestido le parecía demasiado ostentoso para ella, los zapatos, pese a ser planos, le incomodaban un poco y sobre el maquillaje… Nunca había visto su cara sin ningún granito ni sus labios de ese color.




Kevin, haciendo ademán de ser simpático, pese a estar algo más avergonzado de la cuenta, le dijo a Isabel que chocaran los cinco y, para su sorpresa, Isabel sabía perfectamente qué era eso y le chocó la mano. Por su parte, Rita sonreía al ver que su hijo e Isabel se llevaban tan bien.




Mientras Isabel se vestía, Rita aprovechó para hablar con Walter y contarle que necesitaban irse a su casa. Aceptando de buen grado, los esperó hasta que llegaron en el coche de Rita.
-          Bienvenidos a mi humilde morada.




Rita abrazó dulcemente a Walter. Necesitaba en ese momento estar con él más que nunca…
-          No sabes cuánto te necesitaba… He pasado tanto miedo…-confesaba Rita-.
-          Vámonos al salón y allí hablamos más tranquilos. Venga, pasad.




Pasando a dicha sala, se sentaron en los sofás y Rita le dijo todo lo ocurrido a Walter, quien no salía de su asombro.
-          Como te lo digo, cariño, Julio perdió los estribos y creo recordar que mientras sacaba a Isabel, lo vi con una pistola en la mano. No sabía que tenía armas en casa, pero el hecho de estar con él en las mismas cuatro paredes me aterra…
-          Ya, es comprensible amor,-tranquilizaba Walter-. Kevin, ¿tú escuchaste o viste algo?
-          Qué va, estaba durmiendo en mi cuarto y me desperté cuando mi madre me llamó al móvil, porque si no seguiría durmiendo.




Walter también quiso saber la versión de Isabel, así que le preguntó y ella le contó todo lo ocurrido desde que escucharon al barco hasta que Pocholo le pegó el puñetazo en el salón de la casa de Rita. Isabel se notaba asustada, pero intentaba mantener la compostura tal y como le habían inculcado sus padres en la isla.




Pero Isabel no podía evitar desconectarse de la conversación y pensar en cómo estaría su padre, dónde, si estaría bien, si le dolería algo o si lo habían… No, no quería pensar en eso. Julio no sería capaz de matar a su propio hermano… Isabel no podía entender lo que estaba pasando ya que, para ella, sus hermanos eran lo más grande y bonito que le había pasado en la vida y el hecho de ver así a su padre con Julio, le rompió todos los esquemas…




Walter se quedó en silencio durante un momento y, después de resoplar, pidió a Kevin y a Isabel que se marcharan porque quería hablar con Rita a solas.
-          Podéis iros al salón, que allí está la tele y podéis entreteneros si queréis. Estáis en vuestra casa.




Isabel seguía bastante callada, pero no paraba de mirar a Kevin cada dos por tres. Él, dándose cuenta de la mirada de la chica, le preguntó.
-          ¿Por qué me miras tanto?
-          Perdón, pero me recuerdas mucho a mi hermano y… Todavía no estoy acostumbrada a ver a nadie que se parezca a mi familia y que también sea de la nuestra.




En el salón de estar, Walter comenzó a hablar con Rita.
-          Verás Rita, hay una cosa que quería contarte desde hace mucho tiempo, pero me lo han impedido terceras personas y, aunque me cueste el trabajo y que mi vida cambie, ya mucho más no podría hacerlo.
-          Walter, me estás asustando…
-          Rita… No he sido totalmente sincero contigo. No me llamo Walter Lozano, sino Hugo Lozano y soy un agente infiltrado del FBI.
-          ¿Cómo?
-          Julio lleva años en el punto de mira del FBI y trazaron un plan para que alguien se infiltrara en su círculo y, así, poder sacar pruebas fehacientes del negocio real de tu marido y me mandaron a mí. En un primer momento, la idea era meterme en el negocio de Julio, pero cuando te vi, quedé tan impresionado que desobedecí las órdenes y comencé a hablar contigo. Estuvieron preguntándome por qué no me había metido en la empresa de Julio y entonces fue cuando les hablé de ti. Muy a su pesar, dijeron que a través de ti también podría averiguar la verdad sobre Julio y me proporcionaron otra tapadera con un trabajo falso y una vida pasada inventada, pero lo que era real eran mis sentimientos hacia ti.




Rita no terminaba de asimilar todo lo que Walter o… Hugo, le acababa de decir.
-          Entonces… ¿no trabajas como agente de seguros? ¿Ni tampoco estudiaste en la Universidad de Chicago? ¿Nada de eso era verdad?
-          No. Me licencié en Harvard y, como te he dicho, soy agente del FBI. No sabes lo que sentía cada vez que te mentía pero… Si te decía la verdad desde un primer momento mis jefes me retirarían del caso, por eso evitaba hablar de mi vida. Pero quiero que tengas claro que tal y como me he comportado contigo es como soy en realidad y que mis sentimientos son verdaderos. Yo no vine aquí con la idea de enamorarme, pero te encontré y ahora no quiero separarme de ti. Rita, perdóname, lo siento mucho, de verdad…




El antiguo Walter, que ahora llamaremos Hugo, tenía un nudo en el estómago y sabía que decirle esto era una prueba de fuego, ya que ella podría alejarse para siempre de él. Pero se había cansado de mentir y, tal y como estaba la situación, era el momento perfecto para pillar a Julio de una vez por todas, salvar la vida de su hermano y quedarse con Rita para siempre.




Levantándose sin decir nada, Rita comenzó a alejarse, pero Hugo se levantó y quería pararla.
-          Rita, no te vayas. ¡Espera!
-          Walter, Hugo, como quiera que te llames… Ahora no puedo confiar en alguien que me ha estado mintiendo todo este tiempo, así que me voy.
-          Pero, te acabo de decir la verdad y está la vida de un hombre en juego… ¡Rita!




Yendo en su busca, Hugo la agarró del brazo y la besó con pasión y anhelo y, para su sorpresa, Rita se abrazó a él con fuerza y no quería soltarlo.




Al separarse, ella lo miró con ojos enamorados.
-          Oh, te odio en estos momentos, pero te has metido dentro de mi corazón y no podría vivir sin ti… ¿Hugo has dicho que te llamabas?
-          Sí, me llamo Hugo. Joder, qué ganas tenía de que me llamaran por mi nombre.
-          ¿Y qué vamos a hacer ahora?
-          Tengo que hablar con mi jefe y decirle lo que ha pasado. Creo que comprenderá la situación y nos ayudará.
-          Ay, ¿qué hora es?
-          Las 19:10, ¿por qué?
-          Mi hija sale de trabajar dentro de 20 minutos, le tengo que decir que se venga aquí en lugar de ir a casa, que no me fío de que Julio vuelva y haga alguna locura de las suyas.




Mientras tanto, Isabel le hablaba a Kevin sobre las cosas que hacían y vivían en la isla.
-          ¡Qué va! Allí por la noche tenemos antorchas y una fogata en medio del poblado. Antes éramos dos clanes, pero la otra familia sólo pudieron tener un hijo y encima éste un día despareció y no volvimos a saber de él. No sabemos si murió o qué hizo, pero los padres murieron y ahora estamos sólo nosotros.
-          Entonces… ¿Cuántos vivís allí?
-          Mis abuelos por parte de madre, mis padres, mi tío, mis dos hermanos y yo. Mis abuelos por parte de padre, bueno, nuestros abuelos… Murieron hace unos años y están allí enterrados.
-          Me hubiera gustado conocerlos, ¿cómo eran?




Kevin escuchaba atentamente los relatos de su prima Isabel sobre Lorenzo y María de los que apenas había oído escuchar de la boca de su padre, ya que era un tema que no le gustaba sacar y que siempre le ponía de mal humor.
-          Joder, pues nuestros abuelos entonces serían unos cracks. Y bueno, ¿cómo hicieron para comunicarse con vosotros?
-          Según me dijo mi abuelo Lorenzo, él sabía hablar inglés y, como es nuestro idioma natal, se pudieron comunicar hasta que nos enseñó a todos hablar español y ahora hablamos indistintamente un idioma u otro, ya que mi padre siempre decía que tenía la esperanza de salir de esa isla… Y fíjate, hemos salido de allí y de qué manera.




Unos minutos más tarde, Paola llegó hasta la dirección que le había dicho su madre.
-          ¡Hola mamá! ¿Qué hacemos aquí?
-          Entra rápido. ¿Te han seguido?
-          ¿Seguirme? ¿Por qué me tendrían que seguir?
-          Ven y te cuento.




Cuando estuvieron todos, se reunieron en el salón y Hugo, tomando la palabra, habló claro a todos.
-          Antes de nada, quiero pediros disculpas a todos de antemano por lo que voy a decir. Vuestra madre ya está avisada, así que a ella no le pilla de sorpresa. Soy agente del FBI y llevo infiltrado en este entorno desde que conocí a vuestra madre. El hecho de salir con Rita no fue el objetivo en ningún momento, fui yo quien me enamoré de ella y tuvieron que cambiar la tapadera por mi culpa. Ah, y mi nombre no es Walter, sino Hugo. Y dicho esto, quería preguntaros si seríais capaces de declarar en contra de vuestro padre, o de tu tío en este caso,-dijo refiriéndose a Isabel-, para que podamos encerrarle durante bastante tiempo. Yo tengo alguna prueba más, pero vuestra declaración sería crucial y muy importante.
-          Yo sí, cuenta con ella,-dijo valientemente Rita-.
-          Bueno, si mi madre lo hace, yo también…-dijo algo más inseguro Kevin-.
-          Yo también. Por muy tío mío que sea, lo que nos ha hecho no puede quedar impune. Ni él ni Pocholo,-sentenció Isabel-.
-          ¿Y tú, Paola?-preguntó Hugo-.
-          Bueno… No deja de ser mi padre y nunca ha sido muy bueno que digamos pero… No sé…
-          Hija, piensa que tu padre tenía un arma en casa y que con ella le pegó a tu tío Fausto. ¡A su propio hermano! ¿Qué no nos podría hacer a nosotros?
-          Vale, está bien. Todo lo que sepa lo diré,-afirmó Paola-.




A todo esto, al pobre Fausto le habían dejado sólo con los calzoncillos puestos. Le habían quitado la ropa entre risas y comentarios sarcásticos, imitando a Tarzán y diciéndole que allí estaba sólo y que no podría venir ningún gorila a ayudarlo, haciendo referencia a su familia de la isla.




Fausto se sentía hundido y, a la vez, muy preocupado, porque no sabía nada del paradero de su hija Isabel. Tenía la esperanza de que la mujer de su hermano fuera buena persona y la hubiera escondido, pero con el lío de la pelea no pudo fijarse bien qué ocurrió con ella. Su corazón estaba más inquieto por la situación de su hija más que por la suya propia, ya que sabía que, si tenía que morir, lo haría feliz de haber tenido una familia estupenda que lo quería.




En la casa de Hugo, éste recibía una llamada de teléfono.
-          ¿Sí jefe? ¡Estupendo! Son muy buenas noticias. Gracias. ¡No! Eso podría llamar más la atención. Dejadme a mí con la situación. Os iré avisando.




Y dirigiéndose a los demás, le comunicó lo que le había dicho su jefe.
-          Buenas noticias. Me ha dicho mi jefe que captaron el coche de Julio en las cámaras de seguridad. Allí aparecen sólo dos hombres, él y uno moreno.
-          Pocholo,-confirmó Rita-.
-          Me han dicho que no vieron rastro de ningún otro hombre, pero que entraron en la empresa de Julio y no han vuelto a salir. ¡Los tenemos! Quedaros aquí, este es un lugar seguro. Pediré a dos agentes que vengan a vigilar la puerta. Yo iré a la empresa de Julio…




CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario