domingo, 22 de noviembre de 2020

Capítulo 4 || Corazones

 Paola se despertó en su cama, completamente deshecha y rodeada de diversos fluidos recientes. En la mesilla de noche había unos cuantos billetes y una nota del muchacho agradeciéndole la experiencia. Levantándose, salió a revisar el correo totalmente desnuda y sin ningún tipo de tapujos.


 Yendo a su dormitorio y poniéndolo algo más decente, Paola se colocó sus mejores galas y se sentó en su cama algo pensativa. Rubí estaba ignorándola claramente y parecía estar mucho mejor sin ella así que, lo que debía hacer con ese dinero era disfrutarlo y gastarlo porque vida sólo había una.


 Junto a la nota que le dejó su anterior cliente, Paola vio una pastilla igual que le había dado aquella noche así que, sin pensárselo mucho, se la tomó con la idea de desfasar aquel día.


 Tras eso, Paola se preparó un porro mucho más cargado que de costumbre y comenzó a fumárselo rápidamente. Necesitaba colocarse y sentirse pletórica tal y como había estado la noche anterior y para eso debía darse caña, mucha caña.


 Pensando que en su casa no conseguiría toda la marcha que ella quería, Paola se fue hasta un local y allí se pidió una copa bastante cargada de alcohol. Los efectos de la pastilla y la marihuana se estaban haciendo notar y la sonrisa se había instalado en su cara.


 Esa primera copa se la bebió prácticamente de una sentada ante la atónita mirada del camarero, a quién le pidió otra copa.

- Tengo mucha sed. ¡Ponme otra!


 Viendo a un hombre bastante apuesto, Paola le agarró del paquete sin importarle nada ni nadie, ya que los efectos de las diversas drogas ya estaban en pleno apogeo.

Llevándose a aquel hombre a un rincón, ambos se desnudaron y Paola comenzó a practicarle una felación.


 Justo cuando iba a comenzar a follar con aquel tipo, vio a otra pareja que fue al mismo sitio pero, al verlos a ellos comenzaron a dar la vuelta.

- Tranquilos-comentó Paola a la otra pareja-, podemos follar todos juntos. No nos importa…


 Poco después, tanto Paola como la otra mujer comenzaron a mirar a los respectivos acompañantes sexuales de la otra y, tras hablarlo, decidieron cambiar de parejas y follar también con ellos. ¡Ese día estaba siendo espectacular!


 Después de ese maravilloso polvo, Paola se salió a fumarse un porro mientras comenzaba a notar que los efectos de la droga estaban bajando y su cabeza volvía a funcionar con cierta normalidad, trayéndole a la memoria a su hija y que la última vez que habían hablado fue para discutir.


 De repente, aquel hombre con el que se había acostado hacía unos momentos, salió y la saludó.

- Hola, perdona que te moleste. Creía que te habías largado sin decir nada.

- No, estoy fumándome un porrillo, ¿quieres?

- No gracias. Quería preguntarte… ¿Podríamos volver a vernos? Esta vez tú y yo solos. Me encantaría poder tener algo de intimidad contigo.

- Sí, pero esta vez no te saldrá gratis, sino que tendrás que pagar mis servicios.

- Lo que me pidas… ¿Cómo puedo localizarte?

- Toma mi tarjeta,-dijo Paola dándole una tarjeta de contacto con su dirección y teléfono-. Llámame cuando quieras.


 Marchándose, Paola se volvió a quedar sola y se comenzó a sentir igual. Sola. Durante todo el tiempo que había estado limpia, ningún hombre se le había acercado y ahora que volvía al mundo de la prostitución, le llovían ofertas. ¿Por qué la vida era tan injusta a veces? Lo único que Paola deseaba era cariño, pero su novio la dejó tirada con Rubí, su hija se había cansado de ella y los hombres sólo la querían para follar… ¿Eso era vida?


 Tirando el porro al suelo, lo apagó y Paola esperó pacientemente en la acera hasta que escuchó el sonido del tranvía. Sin dejarle margen de acción al maquinista, Paola se abalanzó sobre las vías y fue arrollada sin que se hubiera podido hacer nada para evitarlo.


 A todo esto, Rubí preparaba un trabajo para la universidad y se lo explicaba a Elías a forma de ensayo. Ese trabajo sería un buen porcentaje en la nota final y, si quería ser la mejor, no se podía permitir otra nota que no fuera un sobresaliente.


 Pese a que Rubí estaba concentrada, su cabeza no dejaba de pensar en Paola. Había discutido con su madre sin dejarle opción de réplica o explicación. ¿Había actuado bien o fue una egoísta?


 Sin embargo, una llamada la sacó de sus pensamientos.

- ¿Rubí Menfis?-dijo una voz femenina al otro lado del teléfono-.

- Sí, soy yo. ¿Quién es?

- Soy la doctora Washman. Es sobre… su madre.

- ¿Qué ha pasado?

- Lamento decirle que ha fallecido hace unos minutos.

- ¿Cómo dice? ¿Qué ha pasado?


 Después de colgar, Rubí se giró hacia Elías.

- ¿Qué ha pasado cariño?-preguntó su novio-.

- Mi madre ha muerto…

- Joder, ¿en serio? ¿Cómo?

- Se tiró sobre el tranvía. Según la doctora, entró en el hospital muy mal y, apenas comenzaron a operarla, murió a los pocos minutos.

- Dios mío… Lo siento mucho. Ven, vamos al hospital.


 Una vez en el hospital, Rubí pidió que le hiciesen una autopsia a su madre para arrojar un poco de luz sobre los hechos.

Los resultados dijeron que estaba hasta arriba de LSD, marihuana y con un alcohol en sangre tres veces superior a la tasa mínima por lo que, lo más seguro, es que se arrojase al tranvía sin ser consciente de lo que hacía.


 Tras lo ocurrido, Elías la invitó a vivir con él y con su compañera de piso así que volvieron a la vivienda de Rubí para recoger sus cosas y, por supuesto, a Tina.


 Cuando vio a su compañera perruna, Rubí no pudo evitar abrazarse a ella y llorar en silencio mientras recordaba a su madre. No había sido muy buena madre, pero al fin y al cabo era su madre y no tenía otra.


 Llegando a la casa de Elías, éste intentaba animar a Rubí sin mucho éxito.

- A partir de ahora verás como las cosas mejoran. Me encanta que te vengas a vivir conmigo y Trini me dijo que le encantará tener a otra chica por aquí.

- Ya…


 Abriendo la puerta, Elías cruzó el umbral junto a Rubí.

- La casa está diferente. ¿Habéis pintado?

- Sí, hace unas semanas. Hablamos con el casero y nos rebajó este mes el alquiler si nosotros pintábamos las paredes.

- Tina, ¡ven aquí!

- Déjala que olisquee mujer. No pasa nada. Tiene que acostumbrarse a su nueva casa.


 Escuchando ruido en la entrada, la mejor amiga y compañera de piso de Elías salió de su dormitorio.

- Hola Trini, ya estamos aquí. ¿Te acuerdas de Rubí?

- Claro tonto. ¿Cómo no me voy a acordar de tu novia? Rubí, siento mucho lo de tu madre.

- Muchas gracias Trini…

- Siéntete libre. Ahora esta es tu casa así que para lo que necesites estamos Elías o yo.


 Rubí le agradeció el gesto con una media sonrisa, pero por ser cortés simplemente, ya que su único deseo era llorar y dormir, estar sola y reflexionar.


 Después de ese encuentro, Elías se llevó a Rubí hasta el dormitorio que compartirían desde ese momento.

- ¿Colcha nueva?

- Sí y el somier también. Tenía unos ahorros y quise mejorar un poco la cama porque estaba ya que daba pena.

- La verdad es que necesitaba un cambio, sí. Me gusta mucho tu cuarto.

- Nuestro cuarto, recuérdalo.


 En cuanto a Tina, la perrita se fue acostumbrando rápido a la casa, aunque Rubí notó que estaba algo más triste y creía que era porque echaba de menos a Paola. Pese a todo, Tina no era la única que la echaba en falta…  


 Saliendo del dormitorio, Rubí se encontró con Trini.

- ¿Cómo ves los cambios de la casa? ¿Te gustan?

- Sí, la verdad es que la tenéis ordenada y limpia.

- Claro, es que ante todo tenemos normas y hemos de cumplirlas todos. Tenemos nuestro horario, tareas… Todo bien organizado para que colaboremos en la casa.

- Lo veo estupendo. Yo también estaré encantada de ayudar, pero primero voy a darme una ducha.


 Viendo a Trini, Elías no pudo evitar abrazar a su mejor amiga.

- Gracias por permitir que Rubí se quede con nosotros.

- No tienes que darme las gracias Elías. La muchacha no se iba a quedar sola en esa casa después de haber perdido a su madre y, además, el hecho de venir aquí nos va a servir a que paguemos menos alquiler y que estemos algo más libres en cuanto a las tareas del hogar, ya que seremos tres a la hora de realizarlas.

- Y también porque ahora pasaremos más tiempo juntos Rubí y yo.

- Eso te quería comentar, no quiero escuchar gemidos de ninguno de vosotros, ¿queda claro?


 Mientras tanto, Rubí se duchaba a la vez que su cabeza no paraba de dar vueltas. Pensaba en Paola, en que si realmente fue consciente de lo que hacía cuando se tiró sobre el tranvía o no, en los motivos que habían causado su recaída en las drogas y el alcohol, en por qué había llevado esa vida de decadencia continua…  


 Sentados en los bancos frente a la barra de la cocina, Trini y Elías charlaban.

- Elías, es normal que esté más seria de la cuenta. Su madre se ha muerto y no está para muchos trotes la pobre muchacha.

- Ya, si eso lo sé y soy consciente, pero no me gusta verla así.

- Te entiendo, pero debes darle tiempo. De todas formas, una persona nunca vuelve a ser la misma cuando experimenta la muerte de un ser querido.

- Yo lo que quiero es que se recupere y vuelva a ser la misma lo más pronto posible.

- No te precipites tampoco, que nos conocemos muy bien y los dos sabemos lo impulsivo que puedes ser a veces, así que no agobies a la muchacha, ¿vale? Te lo digo como consejo.

- Gracias Trini. No sé qué haría sin ti.


CONTINUARÁ…


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