miércoles, 18 de noviembre de 2020

Capítulo 2 || Corazones

 A la mañana siguiente, Paola se levantó con resaca y, al dar los buenos días, se dio cuenta de que estaba sola en la casa porque Rubí había ido a clase.


 Yendo a la cocina, se encontró con un bol de frutas preparado sobre la encimera. Paola sonrió al ver que su hija se había acordado de ella y le había hecho el desayuno.


 Poniéndose a desayunar, Tina se acercó hasta a Paola y comenzó a sollozar para pedirle comida.

- Tina, no insistas que no te voy a dar. ¡Tienes tu comida en la cocina! Esto es mío, venga guapa.


 Una vez que terminó de desayunar, Paola dejó el bol en el fregadero y se fue a hacer ejercicio con Tina, de forma que le daba un paseo y ella también respiraba aire limpio y no viciado como en casa.


 Horas más tarde, Rubí llegó a casa de clase y Tina la recibió ladrando y moviendo el rabo muy contenta de verla.

- Buenas tardes mamá, ya estoy en casa.


 Entrando en su cuarto, Rubí comenzó a buscar trabajo y cerciorándose bien que las ofertas eran reales y auténticas. Para eso, se metía en las páginas oficiales de los distintos negocios y comercios, de esa forma, no habría lugar a futuros problemas.


 Llamando a la puerta, Paola entró y le preguntó a su hija lo que estaba haciendo.

- ¿Qué es lo que haces Rubí?

- Busco trabajo.

- ¿Y qué es lo que buscas? ¿Para qué quieres trabajar?

- Mamá, busco trabajo para poder pagar todos los gastos de la casa.

- Pero eso ya lo hago yo con mi trabajo… Sé que no es el mejor del mundo, pero gano el dinero suficiente.

- Claro, eso sería si no te gastases la mitad en drogas y alcohol.

- Pero…

- Déjame en paz, mamá.


 Saliendo de casa, Rubí imprimió varias copias de su currículum y se fue hasta un bar para echarlo.

- Buenas tardes, ¿para dejar el currículum? He visto que estáis buscando personal.


 A todo esto, Paola recibía a una clienta que había pedido sus servicios expresamente porque quería experimentar con una mujer por primera vez. Para Paola no era nada nuevo, pero tampoco era contratada por mujeres normalmente.


 La camarera se incorporó a ver a Rubí y, en cuanto la miró, soltó una carcajada.

- Mira chica, ahórrate el currículum y vuelve a la guardería. Estamos buscando personal, pero no queremos niñas pequeñas aquí. En este bar se junta gente chunga y eres demasiado dulce para ellos. Aquí si no eres dura y marcas los límites, te comen.


 Quien se estaba comiendo un buen plato era Paola y su clienta, quien veía las estrellas y, a cada orgasmo recibido, más le decía a Paola que le pagaría más dinero.


 Rubí, al escuchar a la camarera, entristeció su expresión y salió de allí pensando en que encontrar trabajo sería más difícil de lo que ella creía.


 Tras visitar varios sitios donde recibió el típico “ya la llamaremos”, Rubí se pasó por un local de juegos y ordenadores con un pequeño bar a la entrada. Lo primero que le extrañó a la muchacha fue que la camarera le estaba sonriendo.

- Buenas tardes. ¿Para echar el currículum?

- Hola bonita. Sí mira, puedes dármelo a mí y yo ya se lo doy al jefe. ¿Buscas algo en específico?

- Bueno, de momento lo que haya disponible.


 Al cabo de una hora, Rubí llegó a su casa y se encontró a su madre completamente desnuda viendo la tele.

- Mamá, por favor, ¿podrías vestirte? ¿Qué necesidad hay de tener que verte desnuda? Suficiente tengo ya con ver el trasiego de hombres y escucharte gemir.

- Lo siento hija, pero estaba tan contenta por el dinero que me ha dado una clienta que me he puesto a saltar de la alegría.

- Me parece muy bien. Ahora usa ese dinero para comprarte la droga en lugar de pagar las letras de la casa.


 Ignorando a su hija, Paola se fue a su cuarto y se vistió mientras pensaba que con todo ese dinero que había ganado, se merecía una buena juerga de alcohol donde disfrutar a lo grande.


 A la semana siguiente, Rubí comenzó a trabajar en el sitio de juegos. De momento, las labores de la muchacha serían revisar las máquinas para que estuvieran limpias, en perfectas condiciones y, en la medida de lo posible, si había algún error que intentase arreglarlo, ya que su conocimiento en ordenadores era bastante bueno.


 Mientras tanto, Paola siguió trabajando incansablemente y subiendo el caché poco a poco, por lo que tenía más ingresos pero, a su vez, consumía cada vez más.


 Con el paso de las semanas, Rubí se sentía más cómoda en su trabajo. Lo cierto era que apenas tenía tiempo para estudiar pero, cuando había un hueco libre, hacía los deberes y se ponía al día con sus estudios y luego, si le sobraba tiempo, echaba un par de partidas.


 La decadencia de Paola ya era más que considerable, quien pasaba sola prácticamente todo el día porque por la mañana Rubí estaba en clase y luego se iba directamente al trabajo. Al salir, volvía a casa, se preparaba la cena y se acostaba. Y Paola, entre cliente y cliente, se fumaba un porro o bebía un lingotazo de su licor favorito.


 Rubí ya era una más de la plantilla y se llevaba genial con sus compañeros, quienes la trataban con dulzura porque era la más pequeña de todos. Habiendo cumplido ya sus 18 años y con el curso terminado, Rubí se había decantado por estudiar medicina y lo mejor de todo era que la habían aceptado en la universidad que ella quería.


 Uno de esos días, Rubí estaba revisando que todas las máquinas estuvieran bien y que la gente no tuviera ninguna queja. Se acercaba y les preguntaba si necesitaban alguna bebida, si querían algo de picoteo…  


 Viendo a uno de los chicos que se había vuelto un cliente fijo, Rubí lo saludó.

- ¡Buenas tardes Elías!

- Ey, ¿qué pasa Rubí?

- Otra vez por aquí, ¿no?

- Ya te digo. Hoy voy a superar la mayor marca de “Aliens 51”. Menudo juegazo.

- Bueno, eso habrá que verlo.


 Saliendo al bar, Rubí escuchó a otro cliente charlando con la camarera.

- Estoy seguro que debajo de esa ropa negra se esconde un auténtico cuerpazo.

- Ya te he dicho que no pienso quedar contigo, pesado,-contestó la camarera-.

- ¿Qué te pasa?-preguntó Rubí-.


 Escuchando la voz de Rubí, aquel tipo se volvió y cuando la miró, silbó.

- Uf nena, qué cosita más bonita eres.

- En primer lugar, de cosita nada. Soy una persona y, aunque sea bajita, no dudaré en pegarte un guantazo como no levantes tu sucio culo de aquí y te vayas después de dejar una buena propina a mi compañera. En segundo lugar, si te vuelvo a pillar diciéndole algo a alguna de mis compañeras o a mí, llamaré a la policía.

- Está bien, ya me marcho… Joder, cómo son las feminazis de hoy. Pues que sepas que no estás tan buena, creída de mierda.

- ¡Fuera!-gritó Rubí-.


 Tras asegurarse de que ese hombre se iba, Rubí siguió su ronda y se acercó a Elías, quien se estaba quejando.

- ¡Joder! Otra vez me he quedado por debajo. ¿Quién coño será “BlondieWar”?

- ¿Has perdido?

- ¿Perder? No. No conozco ese concepto. Te prometo que esta vez ganaré y me pondré el primero.


 Observando al muchacho, Rubí lo vio jugar y se dio cuenta de que era bueno, pero no lo suficiente como para batir la marca que ya había. Sin embargo…

- ¡Toma! He superado la marca por 10 puntos, ¡te lo dije Rubí!

- Imposible…

- ¿Cómo que imposible? Mira, ¿lo ves? He superado a ese “BlondieWar”. Ojalá supiera quién es y me pudiera reír en su cara.

- Estás hablando con “él”, pero me da que te has confundido de género.

- ¿Tú? Joder, ¿por qué no me lo has dicho antes? Venga, te invito a una partida.


 Aceptando, Rubí y Elías comenzaron a jugar entre ellos y, pese a que el muchacho había mejorado, no pudo contra ella.

- Eres muy buena Rubí, joder. Me rindo ante ti.

- Anda bobo, que tú también eres muy bueno, lo que pasa es que yo soy mejor jajaja.

- Te prometo que te volveré a ganar un día.

- Mientras tanto, esperaré sentada…


 Dándose cuenta de la hora que era, Rubí se despidió porque su turno había terminado.

- Te dejo aquí Elías, que me toca irme a casa.

- Estupendo, ¿te veo mañana?

- Claro, aquí estaré.

- Genial… ¡Que descanses Rubí!


 Durante todo el camino, Rubí fue pensando en Elías y en lo buen chico que parecía, ya que habían estado charlando y el muchacho le dijo que tenía 22 años, que estudiaba Educación Física en la universidad y que compartía piso con su mejor amiga de la infancia. Llegando a casa, Rubí la miró y suspiró porque a ella le gustaría poder estar fuera de ese sitio y vivir su propia vida sin tener que estar cuidando a su madre ni encargarse de la casa como llevaba tanto tiempo haciendo.


 Cuando Rubí cruzó la puerta, se encontró a su madre completamente colocada pero, en esta ocasión, más que nunca.

- Aquí está mi preciosa y linda Rubí. Qué guapa eres hija.

- ¿Ya estás colocada otra vez?

- ¿No puedo piropear a mi hija?

- Mamá, tú y yo sabemos que no eres de piropearme así que desembucha, ¿qué ha sido esta vez?

- Pues… cuatro porros y… una botella entera de vodka.

- ¡¿Estás loca?!


CONTINUARÁ…


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