sábado, 14 de noviembre de 2020

Capítulo 1 || Corazones

 Una rápida intervención de la policía gracias a la colaboración del FBI, evitó males mayores y provocó que las vidas de varias jóvenes continuasen sin que hubiese demasiados cambios en ellas. Lo vivido sólo sería una anécdota más para contar a sus hijos y nietos en el futuro.


 Dichas jóvenes esperaban ansiosas a que sus familiares más cercanos fueran a recogerlas. La comisaria Megan Reynolds las había sacado del sótano de esa casa tras recibir el aviso por parte de Mehmet Köpek, y ahora sólo le quedaba esperar a que todas volvieran a sus casas para estar sanas y salvas.


 Despidiendo a la última de las chicas, Megan se giró y pudo ver que todavía quedaba una.

- Rubí, ¿aún no ha venido tu madre?

- No…

- Diré que la vuelvan a llamar.

- No contestará, ya os lo aviso, así que será mejor que me vuelva a casa por mi cuenta.

- De eso nada Rubí. No pienso dejarte sola, así que ahora mismo te llevo a tu casa.


 Sentándose frente a la muchacha, Megan quiso averiguar algo.

- No es la primera vez que te pasa, ¿no es así?

- No, la verdad es que no.

- ¿Tu madre está bien? ¿Necesita ayuda?

- No y sí, aunque ella crea que no. Mi madre no está bien pero, aunque crea que está perfectamente, cada día que pasa está peor.

- ¿Quieres que vaya un psicólogo a vuestra casa para que hable con tu madre?

- No, se volvería loca. De verdad, yo sé encargarme de todo esto y puedo manejarla, muchas gracias de todas formas.


 Durante el camino hasta la casa de Rubí, ni ella ni Megan abrieron la boca y, aparcando el coche frente a la casa de la muchacha, ambas mujeres se bajaron del coche.

- Muchas gracias por traerme, comisaria.

- No hay de qué Rubí. ¿Estás segura de que no necesitas ayuda?

- Segura, muchas gracias.


 Comenzando a avanzar, Rubí suspiró mientras se adentraba de nuevo en su casa sin saber qué escenario se encontraría al cruzar las puertas de entrada. Megan, quien seguía observándola, supo que Rubí era una chica muy fuerte pese a tener 17 años todavía y que, seguramente, eso era causado por una complicada situación en casa, pero ella más no podía hacer si Rubí no aceptaba su ayuda.


 Al cruzar la puerta, Rubí las cerró rápido para que Megan no pudiera ver el interior, ya que dejaba mucho que desear. Sin saber si su madre estaba en casa o no, Rubí la llamó.

- Mamá, ¿estás en casa? ¡Mamá!


 Apenas unos segundos después, se abrió la puerta del dormitorio principal y su madre salió de allí.

- Hola hija, ¿cómo estás?

- Bien, ¿y tú? ¿Por qué no me has cogido el teléfono antes? Te he llamado un par de veces.

- Ah, lo siento. Es que estaba trabajando y no me dí cuenta…


 Justo en ese momento, Tina salió del dormitorio de Paola, la madre de Rubí.

- ¡Tina! ¿Cómo estás preciosa?


 Agachándose, Rubí abrazó a su perrita mientras ésta le lamía la oreja y movía el rabo sin parar.

- Te he echado mucho de menos, bonita.


 Levantándose, Paola le hizo una pregunta a su hija.

- ¿Dónde has pasado la noche? ¿Te has echado novio y no me lo habías dicho?

- Eh… no mamá. No me he echado novio.

- ¿Entonces dónde has estado?

- ¿De verdad te interesa mamá? Mira… Mejor me callo. ¿Le has puesto comida a Tina?


 Entrando en la cocina, Rubí se dio cuenta de que el plato de la perrita estaba vacío.

- Mamá, te has vuelto a olvidar de echarle comida a Tina, otra vez.

- Ay, lo siento.

- Con sentirlo no basta, mamá. Siempre te pasa igual… Si yo no estoy encima de las cosas esta casa sería un caos.

- Perdóname hija,-dijo Paola yendo a abrazar a Rubí-.

- Déjame en paz.


 Entrando en su cuarto, Rubí se encerró allí y comenzó a llorar. Acababa de vivir una experiencia traumática donde había sido captada y secuestrada por un grupo que pretendía prostituirla tras ser engañada y su madre no tenía ni idea de nada absolutamente. ¿Serviría de algo contarle la verdad? No. Estaba segura de eso. Su madre parecía vivir en otro mundo y sólo le importaban dos cosas y Rubí no estaba entre ellas.


 Paola, tras llamar a la puerta, entró en el cuarto de su hija.

- Rubí, me voy a… dar una vuelta, ¿vale? Volveré pronto.

- Está bien.

- Bueno pues… Hasta ahora.


 Saliendo de casa, Paola recorrió las calles hasta entrar en un viejo edificio y, subiendo las escaleras, llamó a la puerta de uno de los apartamentos y allí la recibieron con una sonrisa.


 De vuelta en casa, Paola se encontró a su hija viendo la tele.

- Ya estoy aquí.

- Muy bien mamá.


 Encerrándose en su cuarto, Paola sacó del bolsillo la bolsa con el producto que había comprado. Nueve grandes cogollos de marihuana para poder fumar y tranquilizarse. Preparándose un porro, Paola se lo encendió y comenzó a expulsar el humo mientras que pensaba en lo odiosa que era su vida y lo poco que le gustaba.


 Rubí, mientras tanto, veía un programa de animales en la tele justo cuando comenzó a oler algo que le resultaba familiar… Sólo con oler la marihuana, Rubí ya sabía de dónde venía su madre y por qué se había encerrado rápidamente en su dormitorio. Suspirando, la joven muchacha intentó concentrarse en la tele.


 Paola estaba terminando de fumarse el porro mientras pensaba en su trabajo y en el dinero que le pagaban. Podría ser mejor, pero también podría ser mucho peor y su vicio al alcohol y a la marihuana tampoco la ayudaba a ahorrar para poder pagar los gastos de la casa. Como a Paola todo esto le provocaba sentirse fatal, fumaba y bebía más y agravaba la situación.


 Recibiendo una llamada a su móvil, Paola salió del dormitorio con claros signos de estar colocada y vio a su hija jugando con Tina.

- Rubí hija… Va a venir ahora un cliente, así que sería mejor que…

- Ya lo sé mamá. Ahora mismo me meto en mi cuarto.

- Hija, lo siento. Sabes que todo esto lo hago por salir adelante, por tu futuro.

- Claro, por eso dejaste ese trabajo que te conseguí en el supermercado. Mira mamá, no me cuentes rollos, ¿vale?


 Pegando un portazo, Rubí se encerró en su cuarto mientras que su madre recibía a un cliente bastante asiduo.

- Buenas Paola, qué guapa estás hoy.

- Igualmente cariño. Ven, pasemos al dormitorio.


 A los pocos minutos, como no se escuchaba ningún ruido, Rubí salió de su cuarto y se sentó junto a Tina en el sofá. La perrita estaba tranquilamente echada mientras que Rubí la acariciaba y pensaba en su madre… ¿Qué tenía su trabajo que no podía dejarlo aunque encontrase otro con mejores condiciones y un buen sueldo?


 Mientras tanto, Paola chupaba el miembro masculino de su cliente con la maestría de una mujer que llevaba años dedicándose a la prostitución por su cuenta. Ella era su propia jefa y así no tendría que soportar a nadie ni tendría que darle dinero a ningún tío u organización. Todo lo que ganaba era para ella.


 Los efectos de la marihuana ya eran claramente visibles en los ojos de Paola, aparte de que se encontraba bastante más relajada y, de esa forma, callaba a su cabeza mientras estaba con los diversos clientes que querían sus servicios.


 Comenzando a escuchar los gemidos de su madre, Rubí se levantó y, agarrando la correa, salió a dar un paseo con Tina para que también pudiera hacer sus necesidades y quitarse de en medio en ese momento. No tenía ganas de encontrarse con ningún hombre a la entrada ni a la salida.


 Al cabo de unos minutos, Paola despidió a su cliente después de que le pagase aún con los restos de semen en la cara.

- Muchas gracias,-dijo Paola-. Y vuelve cuando quieras.

- Descuida, lo haré…


 Mientras paseaba, Rubí pensaba en encontrar trabajo, pero esta vez uno de verdad y no otro como el engaño que había sufrido. En esta ocasión se aseguraría que era un trabajo lícito y sin dobleces. Rubí necesitaba trabajar si quería seguir viviendo en esa casa, ya que la hipoteca no se pagaba sola y Paola no aportaba los suficiente después de gastarse casi la mitad de su sueldo en drogas y alcohol. El banco ya las había avisado en diversas ocasiones y Rubí, aparte de tener que estudiar y encargarse de la casa, tendría que trabajar para continuar allí dado que su madre no hacía el ademán de cambiar.


 Tras limpiarse un poco, Paola comenzó a sentir hambre y buscó en la despensa una bolsa de patatas fritas y, abriéndolas, comenzó a comerlas con ansia mientras se alegraba de que había ganado 70€ por una mamada y unos 15 minutos de sexo.


 Tina, pese a todo, era una perrita feliz. Quien se encargaba de ella era Rubí, principalmente, ya que era quien le ponía la comida, la sacaba a pasear, la llevaba al veterinario cuando era necesario… Paola, sólo en dos ocasiones contadas, fue la que la había sacado a pasear.


 Volviendo a casa, Rubí vio que su madre estaba en el salón comiendo las patatas fritas, así que entró en la cocina y vio un montón de platos por medio.

- Mamá, ¿no podrías haber fregado los platos en lugar de fumarte tantos porros?

- Ay, lo siento hija… Se me olvidó.


 Recogiéndolos todos, Rubí comenzó a fregarlos uno por uno y a colocarlos para que se secasen mientras pensaba en qué sería de su madre si ella no estuviese allí para mantener, en la medida de sus posibilidades, la casa en orden.


 A los pocos minutos, Paola entró en la cocina al ver que su hija tardaba mucho en salir de allí.

- ¿Qué haces aquí tanto tiempo?

- Se llama cocinar, mamá. Deberías probarlo, tal vez se te dé bien y todo.

- Rubí…

- Ahora te aviso cuando esté lista la cena,-dijo la propia Rubí interrumpiendo a su madre-.


 Saliendo al salón, Paola se sentó en el sofá y vio a Tina, quien descansaba tumbada sobre la alfombra.

- ¿Qué tal el paseo Tina? ¿Te lo has pasado bien?


 La perra, al escuchar su nombre, subió al sofá y comenzó a abrazar y a lamer a Paola, quien comenzó a sentirse muy bien al recibir un poco de cariño por su parte.


 Al cabo de unos minutos, Rubí salió de la cocina con un plato en la mano.

- La cena está lista. Si quieres servirte, allí en la encimera está tu plato.

- Gracias Rubí.

- No hay de qué.


 Sentándose junto a su hija, ambas comenzaron a comer en completo silencio hasta que Rubí comentó algo en voz alta.

- He pensado en buscar trabajo.

- ¿Tú trabajando? Hija, si tienes 17 años y estás estudiando todavía.

- Lo sé, pero si queremos pagar la hipoteca de la casa tengo que ponerme a trabajar. O eso o que tú dejes de beber y drogarte, pero veo más factible que yo me ponga a trabajar a que tú dejes los vicios.

- Rubí, te juro que lo he intentado muchas veces pero no he podido. Es superior a mí…


 Quedándose en silencio, Rubí continuó cenando mientras que Paola recibió un mensaje en su móvil. Sonriendo, le hizo a saber a su hija lo que acababa de leer.

- Esta noche viene un cliente nuevo y me ha dicho que me pagará el doble sólo por quedarse a dormir aquí después del sexo.

- Uy, qué ilusión…

- Tengo que arreglarme y darle una buena primera impresión,-dijo Paola dejando el plato sin terminar y entrando en su dormitorio-.


 Después de un par de horas, el nuevo cliente de Paola entró en casa y se la encontró ataviada con un vestido muy ajustado y arreglada de la mejor forma.

- Madre mía… Estás genial Paola. Mucho mejor que en las fotos…

- Muchas gracias. Tú tampoco estás nada mal.

- Vaya, gracias. Intento cuidarme…

- Y se nota. Sólo de pensar en lo que tienes debajo de la ropa… Uf, qué cachonda me he puesto ya.


 Rubí escuchó trasiego y una voz masculina, pero ella siguió jugando en su viejo ordenador y, de esa forma, se olvidaba de su vida y de lo que tenía que soportar noche tras noche.


 Paola sabía que, si exageraba un poco sus gemidos, los clientes luego quedaban más satisfechos y pagaban más, así que siempre se concentraba para dar lo mejor de sí y poder sacar más beneficios.

- Joder, qué pedazo de polla, me vas a reventar.

- Sigue cabalgándome, así, así… Oh, te la voy a meter hasta dentro.


 Cuando Rubí comenzó a sentirse cansada, apagó el ordenador y, tras cambiarse de ropa, se metió en la cama mientras escuchaba de fondo los fuertes gemidos exagerados de su madre. Pese a lo raro de la situación, Rubí estaba más que acostumbrada a conciliar el sueño teniendo esa “canción” de fondo.


 Tras terminar de follar, Paola se hizo otro porro y comenzó a fumárselo para descansar, ya que aquel hombre la había contratado para toda la noche y quería repetir. Sin embargo, la cabeza de Paola estaba aún en la conversación de esa noche con Rubí. ¿De verdad su hija quería trabajar? ¿Y de qué? Sólo esperaba que no quisiera dedicarse a lo mismo que ella…  


CONTINUARÁ…


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