Un rato después, el espía
volvió a la carga, pero esta vez con su móvil en la mano, desde el cual hackeó
la señal de las cámaras de seguridad, apagándolas a distancia.
Acercándose sin miedo a
que le captaran las cámaras, se escondió en un matorral al ver que alguien
pasaba por la puerta de la entrada.
Tras recorrerse más de
media isla, se pararon a descansar y a pensar en dónde podría estar metido
aquel espía. No sabían quién era ni cómo iba vestido realmente, ya que en la
cámara no se pudo apreciar con claridad.
Entrando silenciosamente,
se colocó tras Guengue y, dándole un golpe seco en el cuello, lo tiró al suelo.
Pero Jota no estaba
seguro de que se hubiera escapado.
-
¿Y si nos ha
hecho creer que se ha ido pero ha permanecido escondido en la casa todo el
rato? ¿Y si está allí ahora mismo?
Efectivamente, el espía
entró en el salón, encontrándose a las tres mujeres solas.
-
Bueno, bueno,
bueno… Pero mira a quién tenemos aquí… Sin son las zorras de la familia.
-
¿Quién eres
tú y qué haces aquí? ¿Y mi hermano?-preguntó alterada Isabel-.
Fausto miró a Jota y
automáticamente supo que tenía razón.
-
Es cierto,
puede ser que esté allí en este momento y nos haya estado engañando todo este
tiempo. ¡Vámonos rápido hacia la casa!
Las chicas se levantaron
y se pusieron todas juntas, apoyándose unas en otras.
-
¿Qué hace
aquí?-preguntó Endaya-.
-
Veamos… Me
han mandado matarlas, pero… Soy una persona con buen corazón y no quiero
haceros sufrir… Demasiado. Así que vais a hacer lo que yo diga, ¿de acuerdo? Y
sin rechistar.
-
Su cara me es
familiar…-dijo Isabel-.
Isabel y Endaya se temían
lo peor. Ya cuando creían que todo lo malo había terminado, aparecía aquel
hombre para interrumpir la paz en la isla. ¿Quién quería verlas muertas y por
qué?
El hombre las miraba con
cara de lujuria, con los ojos inyectados en sangre… Estaba disfrutando de la
situación y se relamía pensando en lo que les haría en unos minutos.
-
Sí, haremos
todo lo que nos diga, ¿verdad Isabel?-accedió Endaya-.
-
Sí madre.
Estamos a su completa disposición. Díganos qué hacer y nosotras lo haremos.
-
Uh, esto se
pone interesante… Está bien. Tú, la de delante. ¿Vas a hacer lo que yo te diga?
-
Todo.
-
De acuerdo.
Pues mata a tu hermana.
Los azules ojos de Rosa
reflejaron el miedo que se había apoderado de ella. ¿Por qué les tenía que
pasar eso a ellos? Lo único que querían era ser felices, vivir su vida y
prosperar en el hotel, ser personas normales, simple y llanamente.
Corriendo más deprisa que
los demás, Fausto entró en la casa justo en el momento en el que Guengue salía
del baño, dolorido por el golpe en la cabeza.
-
¿Estás bien,
hijo?
-
Sí, pero me
duele la cabeza…
-
¿Qué ha
pasado?
-
No lo sé,
alguien me golpeó por detrás sin que me diera tiempo a verlo…
Y sin esperar más tiempo,
Jota entró directamente en el salón, encontrándose a aquel hombre dándole
instrucciones a Isabel de cómo matar a su hermana.
-
Eh, tú. Deja
a Isabel en paz.
Llegando Kevin en ese
momento, vio que su tío estaba un poco en shock, se había quedado paralizado al
volver a sentir que pasaba lo mismo que hacía un tiempo. ¿Nada había cambiado?
-
Tío Fausto,
quédate aquí, entraré con Jota.
Al entrar, se colocó tras
Jota y le tocó el hombro, a lo que éste sonrió sabiendo que no estaba sólo
contra aquel hombre.
-
Date la vuelta
muy despacio. No hagas ninguna tontería,-decía Jota-.
-
No puede
ser…-dijo asombrado aquel hombre-.
Al girarse, Jota se dio
cuenta de que no era otro que Venancio. Isabel miraba aliviada a Jota por una
parte, pero por la otra temía que le hiciera algo y luego se lo hicieran a
ellas.
-
¿Se puede
saber qué haces aquí, Jota?
-
Eso mismo te
iba a preguntar yo a ti… ¿Qué se supone que estás haciendo?
-
Anda ya, deja
las preguntas y ven a darme un abrazo, compadre.
Y acercándose a él, Jota
le dio un fuerte abrazo a Venancio ante el estupor de todos. ¿Todo este tiempo
había estado Jota de su parte? ¿Había sido todo una treta?
Isabel tenía el corazón
en un puño. No podía terminar de creerse que ese chico que la había estado
besando hacía un rato, ahora estaba con el que las amenazaba con matarlas a
todas.
-
¿Quién te ha
enviado aquí?-preguntó Jota-.
-
Los del
bufete de abogados. Esos cabrones pagan el doble que Julio y Pocholo, tío. Como
esta gente fueron los que se los cargaron, estropearon el negocio que tenía
Julio con el bufete y por eso me enviaron a matar a la tetona oxigenada. Ella
trabajaba de secretaria en el bufete y se enteraron de que su idea era viajar
con su madre y los demás, pero sorprendentemente estaba sola en casa, por lo
que me resultó mucho más fácil acabar con ella.
Mirando a Kevin, Venancio
se dirigió a él.
-
Me enteré de
la muerte de tu madre, Kevin. ¿Sabes? El hecho de que saltara desde el balcón
me ahorró mucho el trabajo. Al fin y al cabo, envenenar la comida del hotel fue
pan comido…
-
Eres un hijo
de…
-
Eh, eh, a ver
lo que dices por esa boca chaval. Podría acabar con cualquiera de vosotros en
un momento, así que ten cuidado…
-
Venancio,-intervino
Jota-, ¿por qué no nos vamos fuera tú, Isabel y yo y nos lo pasamos bien? Así
disfrutaremos un poco antes de matarlas y llevarnos el dinero.
-
Buena idea… A
los demás os quiero quietecitos aquí. No hagáis ninguna tontería o no viviréis
para contarlo.
Al pasar por delante de
Kevin, Jota lo miró muy serio, pero antes de desaparecer de su vista le guiñó
un ojo.
La primera era Isabel y
justo detrás, empujándola estaba Venancio, pero el último era Jota, que tenía
un as en la manga. ¿De verdad se había creído aquel tío que él estaba de su
parte?
-
Venga,
comienza a desnudarte,-ordenó el propio Venancio-.
Y sin dejar pasar más
tiempo, Jota le pegó una patada en la espalda a su “amigo” que le hizo perder
el equilibrio.
-
¡Esto es por
Isabel!-gritó Jota-.
La patada en la espalda
fue tan fuerte que Venancio se golpeó en la mejilla contra un mueble de la
cocina y cayó al suelo semiinconsciente.
Entrando rápidamente en
la habitación, Kevin vio tirado en el suelo a Venancio, por lo que ahí
comenzaría su venganza, mientras que Jota se daba por satisfecho.
Poniéndose encima de
Venancio, Kevin comenzó a pegarle puñetazos en la cara, gritando de dolor,
llorando y lleno de rabia e ira, a la vez que iba diciendo los nombres de
Paola, Rita y Hugo.
Parándolo, Jota consiguió
que Kevin no acabara con la vida de Venancio, ya que su idea era hacerlo
declarar y que cayera todo el bufete corrupto de Julio, que era lo último que
quedaba en pie del antiguo imperio de la droga.
Yendo a por Isabel, Jota
la abrazó con fuerza y pudo respirar tranquilo.
-
Siento
haberos hecho creer que estaba de su parte, pero se me ocurrió esa idea en un
instante y era ahora o nunca. Lo siento mucho, de verdad. Perdóname.
Y finalmente entraron en
la habitación los que quedaban.
-
Ya se ha
terminado todo. Por fin podremos ser libres,-dijo Kevin respirando hondo-.
Fausto corrió a abrazar a
su mujer, asustado por el sentimiento de poder perderla, de tener que vivir una
muerte más, otra inesperada pérdida…
Guengue abrazó también a
su primo. Estaba orgulloso de él por haber frenado a aquel malnacido, por haber
defendido y protegido a la familia y por no dejarse llevar por el odio.
Rosa también abrazó a su
padre, a quien quería con locura y de quien no se quería separar nunca. Era su
claro ejemplo a seguir y alguien a quien admirar.
Venancio, con la cara
desfigurada, permanecía con vida, y así la policía podría sonsacarle toda la
información y meterle entre rejas una larga temporada…
CONTINUARÁ…
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