Cuando Fausto salió de
casa para ver quién era la visita, quien menos se esperaba que estuviera allí
era Jota.
Ambos se saludaron y se
abrazaron amistosamente, ya que llevaban mucho tiempo sin verse.
-
¡Cuánto
tiempo, Jota!
-
Y que lo
digas, desde que os saqué del barco no os he vuelto a ver. ¡Menudo cambio has
dado!
-
Sí, la vida
me ha dado un vuelco bastante grande. Aunque hay veces que trata muy duramente…
-
Y que lo
digas. He venido porque mi tío Ernesto se murió.
Fausto se sorprendió y,
al mismo tiempo, se entristeció mucho.
-
No sabía que
aquel hombre era tu tío… Lo siento de veras.
-
Gracias… Al
parecer murió alguien más a causa de la intoxicación, ¿no?
-
Sí, el marido
de mi excuñada, que fue quien nos ayudó con todo lo de Julio, Pocholo y
compañía.
-
Vaya, menuda
tragedia. No tenía ni idea… Lo siento mucho.
-
Gracias Jota,
pero ahora sólo nos queda esperar. Hemos demandado a la empresa de cáterin por
la comida en mal estado, pero mientras la policía investiga, ha cerrado mi
hotel.
-
¿Tu hotel?
Fausto, ¿hay algo de lo que me tenga que enterar?
-
Bastante, a
decir verdad.
Tras poner al día Fausto
a Jota, a éste le asaltó una sospecha.
-
¿Y no te
parece sospechoso?
-
¿Sospechoso?
¿El qué?
-
A ver, tu
sobrina se entera de que está embarazada y, según me cuentas, se la veía feliz
y va y, sin venir a cuento, os la encontráis muerta con signos de suicidio.
Ahora, el día de la inauguración del hotel, una inesperada contaminación en la
comida provoca la muerte del marido de Rita y también la de mi tío… ¿Y si mi
tío fue un daño colateral?
-
Creo que
pillo tu punto de vista… Sigue.
-
¿Y si el
principal objetivo era Hugo? ¿Y si realmente no fue una contaminación
“inesperada”? ¿Y si lo envenenaron?
-
Tu teoría
encaja perfectamente, pero no tenemos pruebas…
-
¿El hotel
tiene cámaras de seguridad?
Corriendo hacia el hotel,
el cual estaba precintado por la policía, hablaron de entrar en los archivos de
las cámaras de seguridad para, de esta forma, pillar si alguien había
envenenado la comida del restaurante.
-
Coño. Si me
dicen que es la misma playa donde vinimos a por la planta aquel día no me lo
creo. ¡Qué pedazo de hotel! Tiene que ser impresionante abierto al público.
-
Ojalá pueda
ser así algún día…
-
Pronto. Ahora
entraré en los archivos de las cámaras de seguridad y averiguaremos la verdad.
-
¿Y por qué no
puedo ir yo?
-
¿Y
arriesgarte a que te pille la policía entrando en tu propio hotel en mitad de
una investigación? Te pueden cargar con el muerto de mi tío y de Hugo. No. Será
mejor que yo entre.
Mirando hacia todos
lados, Jota entró en el hotel sin problema. Ahora venía lo complicado…
Comenzó a buscar los
archivos por todos lados, miraba en cada carpeta, en cada partición del disco
duro… Pero no había nada. Había desaparecido todo.
Al salir, Jota le contó a
Fausto el fracaso de su incursión.
-
La policía se
lo ha tenido que llevar, Fausto.
-
O puestos a
sospechar, quien haya hecho esto ha podido pensar lo mismo que nosotros y ha
actuado antes.
-
También.
Puede ser…
Pero Fausto no se daba
por vencido.
-
Esto no va a
acabar aquí. Si tu teoría es cierta y alguien nos quiere ver muertos, instalaré
cámaras de seguridad en mi casa. Compraré lo mejor del mercado y, si alguien
nos espía o intenta algo, lo sabré.
Y así fue, una semana
después de los acontecimientos, la casa contaba con una moderna instalación de
cámaras de seguridad de último modelo. No había ningún rincón que no pudiera
ser captado por el sistema.
Y dado que el hotel
permanecía cerrado, Fausto invitó a Jota a quedarse en casa, por lo que Kevin
se fue al que era dormitorio de su madre y ahora Guengue compartiría cuarto con
el invitado de su padre.
En todo ese tiempo, Jota
aprovechó para conocer más a la familia de Fausto, entablar una relación de
amistad con todos y cada uno de ellos, pero con quien pasaba más tiempo era con
Isabel.
-
¿Te diviertes
aquí?-preguntaba la chica-.
-
Sí. Me gusta
mucho esta isla… Fíjate, si tuviera algo o alguien que me atase aquí, me
quedaría a vivir en la isla.
Pero no eran conscientes
de que alguien los vigilaba de cerca. Los espiaba…
Mientras tanto, en el
primer piso, Guengue llamaba al dormitorio de su difunda tía Rita.
-
¿Puedo pasar?
-
Entra.
Un Kevin terriblemente
serio se encontraba frente a la tele apagada. Tenía la mirada perdida mientras
no paraba de pensar en lo sucedido recientemente.
Sentándose a su lado, su
primo Guengue se proponía animarlo, por trigésima vez.
-
Tío, tienes
que salir de aquí. Date una vuelta por la isla, haz ejercicio, ponte la tele,
escucha música… Pero mantente entretenido. No es bueno martirizarte tanto.
-
Guengue…
-
Escúchame. A
todos nos duele la muerte de tu madre. ¿Te crees que no te comprendo? Tuve que
enterrar en un mismo día a mi tío y a mis abuelos… Sé que no es fácil, pero…
Kevin volvió a
interrumpir a su primo que, en esta ocasión, se quedó callado.
-
Cada persona
sufre la pérdida de un ser querido de una forma diferente, así que no me vengas
a intentar animarme o sacarme de aquí.
-
Pero tío…
-
¡Está bien!
Tú ganas… Iré abajo a ponerme el ordenador. A ver así puedo tener un poquito de
tranquilidad…
Dando un portazo, bajó
corriendo las escaleras y se fue hacia el estudio de Fausto.
Una vez que encendió el
ordenador, se le abrió automáticamente el programa de vigilancia de las cámaras
de seguridad y, como si fuera un resplandor, Kevin creyó ver a alguien a las
afueras de la casa.
Rápidamente, comenzó a
mirar todas las cámaras de seguridad exteriores, fijándose bien en todas y cada
una de ellas, haciendo zoom, mirando con detenimiento…
Y estando en esto, Rosa
entró en la habitación.
-
Uy Kevin, no
sabía que estabas aquí. Me alegra que hayas…
-
Rosa, dile a
tu padre que venga.
-
Ah… Vale.
-
¡Rápido!
Como una bala, Rosa fue a
avisar a Fausto.
-
Padre, dice
Kevin que vayas al estudio, dice que es importante.
Levantando la vista,
Fausto se alertó un poco.
-
¿Qué hace tu
primo allí?
-
No lo sé,
pero estaba con el ordenador.
Levantándose, miró a su
hija con una sonrisa y le agradeció el aviso.
-
¿Me relevas
en la partida de ajedrez con tu madre? Iré a ver qué quiere Kevin.
Cuando llegó allí, Kevin
comenzó a enseñarle las imágenes de las cámaras de seguridad, diciéndole que
creía haber visto a alguien desde la cámara de la entrada, pero que ahora ya no
estaba.
-
Los únicos
que han podido escuchar o ver algo son Isabel y Jota,-comentaba Kevin-.
-
Iré a
preguntarles.
Yendo hacia ellos, Fausto
se encontró con que ambos se estaba besando. Un poco impactado, se quedó quieto
y carraspeó.
Separándose al instante,
Isabel y Jota comenzaron a disculparse.
-
No hay tiempo
para disculpas. ¿Habéis visto a alguien o escuchado algo raro por aquí?
-
No,-contestaron
ambos-. ¿Por qué?
-
Jota, vente
conmigo. Isabel, tú ve a casa con tu mamá y Rosa.
-
Sí, padre.
Entrando en casa, Isabel
se dirigía al salón cuando su primo Kevin le preguntó por su padre.
-
Se han ido
hacia fuera. ¿Pasa algo?
Al no contestar, Kevin
salió y pudo ver a lo lejos a su tío y a Jota.
-
¡Esperad!
¡Voy con vosotros!
Alcanzándoles, Kevin se
quiso unir a la partida.
-
No. Kevin,
debes quedarte en la casa con tu tía y tus primas.
-
Tío Fausto,
Guengue está con ellas. ¡Necesito irme contigo! ¿No queríais que saliera de
casa? Pues aquí estoy. Déjame ayudar…
-
Está bien.
Vente con nosotros. Vamos a buscar por los alrededores al que nos está
espiando. No debe andar lejos.
Y comenzando a buscar,
los tres hombres se pusieron a investigar por la isla, intentando averiguar
algún rastro que indicara la ubicación del espía…
CONTINUARÁ…
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