El trágico fallecimiento de Paola dejó consternados a todos que,
como pudieron, se recompusieron y siguieron hacia delante. Rita, junto con Hugo
y Kevin decidieron mudarse a la isla y retirarse a disfrutar de la vida. Por su
parte, Hugo dejó el FBI y se dedicó plenamente a las finanzas del nuevo
proyecto que estaba surgiendo en el seno familiar.
Pasados seis meses después de la muerte de Paola, todos los
papeles estaban arreglados y Fausto era, legalmente, heredero de toda la
fortuna familiar. Pagó todas y cada una de las deudas que tenía Julio con las
organizaciones para dejar todo ese tema zanjado y así poder comenzar de nuevo.
Una mañana bien temprano, Fausto quedaba fuera del nuevo domicilio
familiar para revisar la obra del nuevo proyecto que había surgido.
-
Hola tío. ¿Has dormido bien?
-
No mucho, estoy nervioso por
ver cómo está la obra. Esto de que no me hayas querido enseñar nada hasta ahora
me tiene loco.
-
Ya lo verás ahora, pero
quería que fuera una sorpresa.
Fausto le había cogido mucho cariño a su sobrino y éste había dado
un cambio radical de 180 grados. La apatía y la falta de ganas que había
demostrado tener siempre se transformaron en persistencia, tenacidad e ilusión
por vivir y luchar en la vida.
En cuanto llegaron a la playa principal, donde María y Lorenzo
hicieron la cabañita hacía más de 40 años, la majestuosa construcción que se
alzaba dejó boquiabierto a Fausto. ¿Era el mismo lugar que había visto todos
esos años?
-
¡Sorpresa!
-
Pero… Kevin, ¡esto es
fantástico!
-
¡Te presento “The Great
Hotel”!
Parándose frente a la entrada del hotel, Kevin miraba a su tío con
una sonrisa de satisfacción personal. Sin embargo, Fausto no podía creerse lo
que sus ojos estaban viendo.
-
Kevin, estás haciendo un
trabajo espectacular. ¿Cómo se te ocurrió la idea?
-
Verás, esta isla es preciosa
y ahora que es conocida por los acontecimientos ocurridos, por qué no crear un
gran hotel, que será el único de la isla y, de esta forma, invertir el dinero
de los abuelos y de mi padre en una buena obra. Así trabajaremos y ganaremos
dinero de forma legal. Me estoy encargando de que todos los papeles estén en
regla, de que los permisos los tengamos aprobados… No sabes lo que me ha
costado que nos aceptaran los permisos para la construcción del hotel…
-
Estoy muy orgulloso de ti.
Tras darse un fuerte abrazo, Kevin comenzó a enseñarle lo que
estaba construido hasta el momento, ya que quedaba mucho trabajo por hacer…
-
Aquí estará la recepción, a
los lados he pensado poner unos sillones y todo el suelo será de madera, con
grandes alfombras… Va a ser fantástico.
Y el tiempo fue pasando y la obra del hotel prosiguió hasta que,
un año y medio después de ese día, había llegado la gran inauguración. Los
medios se hacían eco, ya tenían muchas reservas hechas y todo eran buenas
palabras para el hotel. Aquel día, en la casa familiar, todos se preparaban
para acudir juntos al evento.
Guengue, entrando en la habitación que compartía con su primo
Kevin, le avisó de que estaba listo.
-
Primo, ya estoy listo.
-
Menos mal Guengue, que me iba
a quedar dormido de nuevo jaja.
-
No seas exagerado, que no he
tardado tanto.
Dándole un abrazo a Kevin, le agradeció todo lo que estaba
haciendo por la familia.
-
No tienes por qué darme las
gracias. Somos una familia y la familia está para apoyarse mutuamente… Bueno,
pues vamos para allá, que tienes que ver el hotel.
-
¡Qué ganas tengo de verlo en
funcionamiento!
Hugo, que se había dejado barba y los pelos algo más largos, avisó
a Rita, que se había convertido en su esposa.
-
Vamos cielo, es hora de
irnos.
Rita había dejado de teñirse el pelo y las canas que tenía
comenzaron a abrirse paso en su morena cabellera.
-
Gracias corazón. Vamos abajo,
que estoy impaciente por ver el resultado.
Rosa e Isabel terminaban de prepararse en el baño, nerviosas por
llegar al hotel y verlo terminado, ya que Kevin no había dejado acercarse a
nadie a más de 100 metros de allí.
Ambas hermanas comentaban sus cosas mientras se maquillaban un
poco.
-
¿Tú crees que habrá quedado
bien el hotel, Isabel?
-
Sí, el primo está haciendo
las cosas muy muy bien y se lleva esforzando por esto mucho tiempo.
Y entrando en la habitación, Fausto avisaba a Endaya de que salían
en cinco minutos.
Dándose un beso, se agarraron de la mano y bajaron para salir
todos juntos con dirección al hotel.
En cuanto llegaron y vieron semejante edificio tan grande, todos
quedaron maravillados. Parecía mentira que fuera el mismo sitio, la misma
playa. Palmeras nuevas, todo adornado e iluminado para la noche… ¡Era
increíble!
Y el interior del lugar tampoco se quedaba atrás. No habían
reparado en gastos y todo estaba decorado con un gusto exquisito.
Poniéndose al frente del mostrador, Fausto dijo unas palabras.
-
Familia, en mi vida podría
haberme imaginado que acabaría dirigiendo un estupendo hotel. Desde que tuve el
accidente y llegué a esta isla, lo que parecía una pesadilla, resultó ser una
bendición, porque ahora os tengo a vosotros, mi mujer, hijos y también a mi
cuñada y mi sobrino. Sé que faltan muchos y que los echamos de menos, pero,
allá donde estén, nos están cuidando y protegiendo de todo mal.
Todos aplaudieron y vitorearon su nombre. Tras abrir el complejo,
algunos de ellos decidieron probar la piscina y darse un chapuzón.
-
Rosa, tú no te metas en la
piscina grande, que esa es la de los mayores. Tú vete a la de los niños
pequeños,-decía Kevin-.
-
Kevin, no te hagas el chulito
que sabes de sobra que te gano nadando.
-
¡Já! Eso habrá que verlo…
Habían venido varios de los clientes que habían reservado una
habitación y, acercándose a Fausto, Endaya y Rita hablaron con él.
-
¿Por qué no dejas a la
recepcionista y te das un paseo por el hotel? Así te relajas un rato,-sugirió
su mujer-.
-
Vale, avisaré a la muchacha
para que venga. ¿Tú qué vas a hacer, Rita?
-
Creo que me iré a la piscina
un rato.
Fuera, Guengue había sido el primero en llegar y tirarse a la
piscina y su hermana fue la siguiente.
-
No te ahogues, hombre. ¡Ya
voy yo en tu rescate!
En el interior, Hugo y Rita se daban un beso, ya que él iría a
tomar algo, porque esa mañana con las prisas no había desayunado.
Y así hizo. Allí ya había alguien desayunando así que, saludando
amablemente, se fue a por un plato y comenzó a desayunar.
En el vestíbulo, a Fausto se le ocurrió una idea algo traviesa…
-
¿Por qué no nos vamos a una
de las suites y estrenamos el hotel en condiciones? Solos tú y yo…
-
Uhm, no me digas que…
-
Shhh, ven. Vamos arriba.
Todos disfrutaban de un gran día soleado, de la piscina, de la
buena música sonando… ¡No se podía pedir más!
El matrimonio acababa de llegar al dormitorio cuando Endaya
decidió entrar en el servicio.
-
Espérame aquí, voy a
prepararme y salgo enseguida…
-
No me pienso mover de aquí, cariño.
Como 10 minutos después, una Endaya muy coqueta salió del baño,
ataviada con un salto de cama y, al ver a su marido en ropa interior, se mordió
el labio.
-
Ya que no tuvimos viaje de
novios, vamos a hacer como si estuviéramos recién casados y fuera el hotel de
nuestro viaje, ¿vale Fausto?
-
Para mí, es como si
estuviéramos recién casados. Te sigo queriendo como el primer día…
Guengue se fue hacia el puesto de bebidas de la piscina y ahí
comenzó a charlar con la coctelera, a la que ya conocía de haberla visto por la
isla un par de veces cuando se abrió el plazo de contratación para el hotel.
Fausto se mordía el labio y los dedos mirando de arriba abajo a su
mujer. Nunca la había visto así y la occidentalización de su familia les había
venido muy bien, según su punto de vista, claro está.
Como era buffet libre, Hugo comió demasiado y al rato, tuvo que ir
al baño a vomitar de las ansias que le había entrado. ¡Ay!
Rita tomaba el sol mientras escuchaba las carcajadas de su hijo y
de sus sobrinos a la vez que pensaba en Paola y se echaba la culpa de su
suicidio. Debería haberse quedado con ella, pero se enteró tarde. Sin embargo,
no se perdonaba que no hubiera vuelto a por ella en ese mismo instante. ¿Por
qué la había dejado sola? Tal vez ahora estaría viva y Rita tendría a su nieto
o nieta en brazos…
CONTINUARÁ…
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