lunes, 13 de agosto de 2018

The Jungle || Capítulo 16


El trágico fallecimiento de Paola dejó consternados a todos que, como pudieron, se recompusieron y siguieron hacia delante. Rita, junto con Hugo y Kevin decidieron mudarse a la isla y retirarse a disfrutar de la vida. Por su parte, Hugo dejó el FBI y se dedicó plenamente a las finanzas del nuevo proyecto que estaba surgiendo en el seno familiar.
Pasados seis meses después de la muerte de Paola, todos los papeles estaban arreglados y Fausto era, legalmente, heredero de toda la fortuna familiar. Pagó todas y cada una de las deudas que tenía Julio con las organizaciones para dejar todo ese tema zanjado y así poder comenzar de nuevo.




Una mañana bien temprano, Fausto quedaba fuera del nuevo domicilio familiar para revisar la obra del nuevo proyecto que había surgido.
-          Hola tío. ¿Has dormido bien?
-          No mucho, estoy nervioso por ver cómo está la obra. Esto de que no me hayas querido enseñar nada hasta ahora me tiene loco.
-          Ya lo verás ahora, pero quería que fuera una sorpresa.




Fausto le había cogido mucho cariño a su sobrino y éste había dado un cambio radical de 180 grados. La apatía y la falta de ganas que había demostrado tener siempre se transformaron en persistencia, tenacidad e ilusión por vivir y luchar en la vida.




En cuanto llegaron a la playa principal, donde María y Lorenzo hicieron la cabañita hacía más de 40 años, la majestuosa construcción que se alzaba dejó boquiabierto a Fausto. ¿Era el mismo lugar que había visto todos esos años?
-          ¡Sorpresa!
-          Pero… Kevin, ¡esto es fantástico!
-          ¡Te presento “The Great Hotel”!




Parándose frente a la entrada del hotel, Kevin miraba a su tío con una sonrisa de satisfacción personal. Sin embargo, Fausto no podía creerse lo que sus ojos estaban viendo.
-          Kevin, estás haciendo un trabajo espectacular. ¿Cómo se te ocurrió la idea?
-          Verás, esta isla es preciosa y ahora que es conocida por los acontecimientos ocurridos, por qué no crear un gran hotel, que será el único de la isla y, de esta forma, invertir el dinero de los abuelos y de mi padre en una buena obra. Así trabajaremos y ganaremos dinero de forma legal. Me estoy encargando de que todos los papeles estén en regla, de que los permisos los tengamos aprobados… No sabes lo que me ha costado que nos aceptaran los permisos para la construcción del hotel…
-          Estoy muy orgulloso de ti.




Tras darse un fuerte abrazo, Kevin comenzó a enseñarle lo que estaba construido hasta el momento, ya que quedaba mucho trabajo por hacer…
-          Aquí estará la recepción, a los lados he pensado poner unos sillones y todo el suelo será de madera, con grandes alfombras… Va a ser fantástico.




Y el tiempo fue pasando y la obra del hotel prosiguió hasta que, un año y medio después de ese día, había llegado la gran inauguración. Los medios se hacían eco, ya tenían muchas reservas hechas y todo eran buenas palabras para el hotel. Aquel día, en la casa familiar, todos se preparaban para acudir juntos al evento.




Guengue, entrando en la habitación que compartía con su primo Kevin, le avisó de que estaba listo.
-          Primo, ya estoy listo.
-          Menos mal Guengue, que me iba a quedar dormido de nuevo jaja.
-          No seas exagerado, que no he tardado tanto.




Dándole un abrazo a Kevin, le agradeció todo lo que estaba haciendo por la familia.
-          No tienes por qué darme las gracias. Somos una familia y la familia está para apoyarse mutuamente… Bueno, pues vamos para allá, que tienes que ver el hotel.
-          ¡Qué ganas tengo de verlo en funcionamiento!




Hugo, que se había dejado barba y los pelos algo más largos, avisó a Rita, que se había convertido en su esposa.
-          Vamos cielo, es hora de irnos.




Rita había dejado de teñirse el pelo y las canas que tenía comenzaron a abrirse paso en su morena cabellera.
-          Gracias corazón. Vamos abajo, que estoy impaciente por ver el resultado.




Rosa e Isabel terminaban de prepararse en el baño, nerviosas por llegar al hotel y verlo terminado, ya que Kevin no había dejado acercarse a nadie a más de 100 metros de allí.




Ambas hermanas comentaban sus cosas mientras se maquillaban un poco.
-          ¿Tú crees que habrá quedado bien el hotel, Isabel?
-          Sí, el primo está haciendo las cosas muy muy bien y se lleva esforzando por esto mucho tiempo.




Y entrando en la habitación, Fausto avisaba a Endaya de que salían en cinco minutos.




Dándose un beso, se agarraron de la mano y bajaron para salir todos juntos con dirección al hotel.




En cuanto llegaron y vieron semejante edificio tan grande, todos quedaron maravillados. Parecía mentira que fuera el mismo sitio, la misma playa. Palmeras nuevas, todo adornado e iluminado para la noche… ¡Era increíble!




Y el interior del lugar tampoco se quedaba atrás. No habían reparado en gastos y todo estaba decorado con un gusto exquisito.




Poniéndose al frente del mostrador, Fausto dijo unas palabras.
-          Familia, en mi vida podría haberme imaginado que acabaría dirigiendo un estupendo hotel. Desde que tuve el accidente y llegué a esta isla, lo que parecía una pesadilla, resultó ser una bendición, porque ahora os tengo a vosotros, mi mujer, hijos y también a mi cuñada y mi sobrino. Sé que faltan muchos y que los echamos de menos, pero, allá donde estén, nos están cuidando y protegiendo de todo mal.




Todos aplaudieron y vitorearon su nombre. Tras abrir el complejo, algunos de ellos decidieron probar la piscina y darse un chapuzón.
-          Rosa, tú no te metas en la piscina grande, que esa es la de los mayores. Tú vete a la de los niños pequeños,-decía Kevin-.
-          Kevin, no te hagas el chulito que sabes de sobra que te gano nadando.
-          ¡Já! Eso habrá que verlo…




Habían venido varios de los clientes que habían reservado una habitación y, acercándose a Fausto, Endaya y Rita hablaron con él.
-          ¿Por qué no dejas a la recepcionista y te das un paseo por el hotel? Así te relajas un rato,-sugirió su mujer-.
-          Vale, avisaré a la muchacha para que venga. ¿Tú qué vas a hacer, Rita?
-          Creo que me iré a la piscina un rato.




Fuera, Guengue había sido el primero en llegar y tirarse a la piscina y su hermana fue la siguiente.
-          No te ahogues, hombre. ¡Ya voy yo en tu rescate!




En el interior, Hugo y Rita se daban un beso, ya que él iría a tomar algo, porque esa mañana con las prisas no había desayunado.




Y así hizo. Allí ya había alguien desayunando así que, saludando amablemente, se fue a por un plato y comenzó a desayunar.




En el vestíbulo, a Fausto se le ocurrió una idea algo traviesa…
-          ¿Por qué no nos vamos a una de las suites y estrenamos el hotel en condiciones? Solos tú y yo…
-          Uhm, no me digas que…
-          Shhh, ven. Vamos arriba.




Todos disfrutaban de un gran día soleado, de la piscina, de la buena música sonando… ¡No se podía pedir más!




El matrimonio acababa de llegar al dormitorio cuando Endaya decidió entrar en el servicio.
-          Espérame aquí, voy a prepararme y salgo enseguida…
-          No me pienso mover de aquí, cariño.




Como 10 minutos después, una Endaya muy coqueta salió del baño, ataviada con un salto de cama y, al ver a su marido en ropa interior, se mordió el labio.
-          Ya que no tuvimos viaje de novios, vamos a hacer como si estuviéramos recién casados y fuera el hotel de nuestro viaje, ¿vale Fausto?
-          Para mí, es como si estuviéramos recién casados. Te sigo queriendo como el primer día…




Guengue se fue hacia el puesto de bebidas de la piscina y ahí comenzó a charlar con la coctelera, a la que ya conocía de haberla visto por la isla un par de veces cuando se abrió el plazo de contratación para el hotel.




Fausto se mordía el labio y los dedos mirando de arriba abajo a su mujer. Nunca la había visto así y la occidentalización de su familia les había venido muy bien, según su punto de vista, claro está.




Como era buffet libre, Hugo comió demasiado y al rato, tuvo que ir al baño a vomitar de las ansias que le había entrado. ¡Ay!




Rita tomaba el sol mientras escuchaba las carcajadas de su hijo y de sus sobrinos a la vez que pensaba en Paola y se echaba la culpa de su suicidio. Debería haberse quedado con ella, pero se enteró tarde. Sin embargo, no se perdonaba que no hubiera vuelto a por ella en ese mismo instante. ¿Por qué la había dejado sola? Tal vez ahora estaría viva y Rita tendría a su nieto o nieta en brazos…




CONTINUARÁ…

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