CAPÍTULO 15
Un par de horas después
del desmayo de Kevin ya estaban en casa. Walcott y su novia los habían
acompañado al hospital y cuando salieron de urgencias, se fueron a su casa.
Pero Paulova estaba muy
preocupada por su marido.
-
No me gusta lo que
te ha pasado.
-
Tranquila. Sólo ha
sido una bajada de tensión.
-
Pero no me fío.
Tal vez haya sido eso esta vez, pero, ¿y si vuelve a ocurrir?
-
Si vuelve a pasar
iré a mi médico. No pasa nada.
Kevin se levantó y besó
tiernamente a Paulova antes de irse a la cama a descansar.
El tiempo fue pasando y
día tras día a Kevin le fue creciendo más el pelo, volviendo a ser más como
estaba antes del intento de asesinato, cuya investigación seguía en curso.
Ya hacía unas pocas
semanas que había vuelto a su puesto de trabajo y, pese a sus ausencias
múltiples por su recuperación del disparo, de su boda y tal, era muy querido en
la empresa.
Y sobre el
desvanecimiento que había tenido hacía ya poco más de un mes no había mucho que
comentar salvo que se encontraba cansado con frecuencia, y aunque dormía
profundamente, no descansaba bien, pero poco a poco se le fue pasando esa
sensación.
Kevin había hecho unos
cuantos cambios en su departamento, como cambiar esos dispositivos tan modernos
y a la vez tan caros que tanto gasto hacían a la empresa. Además, había notado
que con ordenadores el equipo se concentraba más en el trabajo.
Y como buen jefe que era,
no sólo revisaba el código sino que corregía los que estaban mal optimizados,
poniendo los correspondientes comentarios en el programa para facilitar futuros
cambios. El departamento iba viento en popa con Kevin y nadie tenía ninguna
queja.
Horas más tarde, le saltó
una noticia importante de un periódico en el navegador del ordenador. Al
meterse en el enlace, el titular rezaba: “La
delincuencia baja en un 50% gracias a La Sombra.” Sorprendido, Kevin leyó
el reportaje que, básicamente decía que justo cuando alguien iba a atracar
algún sitio o agredir a alguien, una rápida sombra atrapaba al malhechor en un
abrir y cerrar de ojos antes de desaparecer.
Mientras tanto, Paulova
aprovechaba que esa mañana no tenía universidad para cocinar y tener comida
guardada para varios días.
Sobre las 12 del
mediodía, Kevin bajó para picotear algo cuando se encontró con su suegro.
-
¡Buenos días
Kevin!
-
Buenos días
Vladimir. ¿Todo bien?
-
Sí, vamos a
trabajar un poquito, que ya es hora.
Vladimir notó que Kevin
estaba sonriente y eso le alegró a la vez que le sorprendió.
-
¿Estás bien Kevin?
-
Sí, voy a picotear
alguna cosa que tengo hambre.
-
Vale, bien.
Y nada más llegar a su
despacho, Vladimir se puso a “trabajar” muy duramente.
Aunque no era sólo él el
que a veces no daba un palo al agua. Alguno de los trabajadores también le
gustaba meterse en chats para conocer gente en pleno horario laboral.
Llegadas las tres de la
tarde, Kevin llegó a casa y fue a buscar a su mujer que estudiaba absorta del
mundo.
Cuando la encontró, la
saludó dulcemente.
-
Hola cariño.
-
Ay hola peque, no
te oí llegar.
-
Jaja, no pasa
nada. ¿Cómo ha ido tu mañana?
-
Bien, muy
provechosa la verdad.
Paulova dejó el libro y
se levantó.
-
Qué guapo estás
hoy.
-
¿Y eso? No sé, me
he arreglado como siempre.
-
Será que te echaba
de menos.
-
Pues aquí me
tienes cariño. Soy todo tuyo.
Tras unos pocos
arrumacos, Paulova se separó de él para contarle que había hablado con la
policía esa mañana también.
-
O sea, que estamos
como al principio, ¿no?
-
Más o menos. No
tienen testigos, ninguno de los demás invitados vio ni escuchó nada y tampoco
han salido de la cárcel los compañeros más cercanos de Eristof, así que no
tienen nada. Lo siento.
-
Mucho me extraña
que con el odio que me tiene Eristof no haya sido el entorno de él.
-
Bueno, dejemos que
la policía se encargue de investigar.
Paulova cogió del cuello
de la camisa a Kevin y lo acercó a ella para besarlo pasionalmente.
-
¿A qué viene tanta
pasión cariño?
-
¿No puedo besar a
mi marido?
-
Sí, pero… ¿y la
comida? ¿Y tus clases?
-
Todo eso puede
esperar…
CONTINUARÁ…
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