CAPÍTULO 5
Fernando no se lo pensó
dos veces y entró de un salto en la máquina del tiempo frente la atenta mirada
de Samuel y su padre.
Un par de minutos más
tarde, la puerta se abrió y Fernando apareció en el mismo lugar, en aquel
laboratorio 10 años más tarde. Ante él, estaba Samuel y un ya envejecido
Patrick.
Samuel se acercó a
Fernando y lo saludó con efusividad.
-
Me alegra verte de
nuevo Fernando, ¡cuánto tiempo sin verte!
-
Madre mía Samuel,
qué mayor ya. Creo que nunca me acostumbraré a esto…
Patrick carraspeó y
Fernando se volvió enseguida para ver a su viejo amigo.
-
Wow Patrick… ¿Cómo
estás?
-
Bien, ahí vamos
tirando, con los típicos achaques de la edad pero esto no me lo perdería por
nada del mundo.
-
Qué grande eres,
amigo mío.
Tras los saludos,
Fernando le preguntó a Samuel cómo iban las cosas y éste le fue poniendo al
día.
-
Bueno pues verás,
lo de hace 10 años fue todo un éxito. Fernando salió encantado de aquí y al
terminar la universidad vino aquí y lo contratamos. Todo está saliendo tal y
como lo planeamos.
-
¡Estupendo! Ojalá
sigan las buenas noticias.
Pero Samuel seguía serio.
Algo pasaba…
-
Hay dos problemas
Fernando.
-
¿Qué ocurre?
-
Hace unos días
llegó un hombre con un traje blanco tal y como nos dijiste… Llevamos este
proyecto contigo muy en secreto y hemos hecho lo mismo con el de Fernando, pero
creo que ha habido algún chivatazo.
-
Vaya, me temía que
esto pudiera pasar. Tengo que encargarme de que Roger y ese tipo no metan las
narices donde no les incumbe. ¿Cuál es el otro problema?
-
Que el turno de
Fernando comienza en 5 minutos.
A Fernando se le
acumulaba el trabajo y no tenía tiempo que perder. Había que ponerse manos a la
obra.
Samuel salió al encuentro
del Fernando joven mientras que su padre y el Fernando mayor escondían en el sótano
la máquina del tiempo y sacaban la otra para no levantar sospechas.
-
¡Buenos días jefe!
¿Cómo va el día?
-
De lo más
atareado, no te puedes imaginar.
-
¿Necesitas ayuda?
-
No gracias.
Debemos seguir con la máquina, que se nos echa el tiempo encima. ¡Debemos
cambiar el mundo!
Fernando vio que a Samuel
le faltaba el aliento y sudaba un poco.
-
¿Está usted bien?
-
Sí, un poco
alterado pero bien. No te preocupes.
-
Bueno, si necesita
ayuda dígalo. No tengo problema.
-
Muchas gracias.
Eres muy amable.
Unos minutos después,
Fernando pudo salir del centro sin problema a que su Fernando joven lo viera
cuando, de repente, se encontró con Roger.
-
Míralo, estúpido
zorro…
Fernando siguió a Roger,
que intentaba colarse en las instalaciones científicas sin ser visto para así
poder seguir informando al hombre del traje blanco.
Pero Fernando no iba a
permitir que Roger se saliera con la suya, así que alzó la voz y le gritó.
-
¡Eh! ¿Qué estás
haciendo ahí? Esta zona está restringida.
-
Perdone, soy nuevo
en la ciudad y no me conozco mucho el sitio.
-
¿Te crees que soy
tonto? Lárgate antes de que llame a la policía.
Roger bajó de un salto
desde donde estaba y salió corriendo mientras miraba a Fernando a los ojos.
Un par de calles más
abajo, Roger llamó por teléfono a aquel hombre misterioso.
-
No he podido
entrar, casi me pillan forzando la cerradura de la puerta trasera.
-
¡Eres un inútil!
Te conseguí los planos, te dije los turnos de vigilancia… ¡No debías tener
problemas!
-
Lo siento, ese
hombre no debía estar ahí, pero estaba.
-
Que no vuelva a
ocurrir. Mañana quiero tener toda la información en mi mesa, ¿te queda claro?
-
Sí señor.
Roger colgó el teléfono y
miró al suelo mientras maldecía en voz baja ante la atenta mirada de Fernando
que se escondía tras la esquina, esbozando una leve sonrisa de satisfacción.
Mientras tanto, el
Fernando más joven trabajaba sin cesar en la máquina del tiempo. Por ahora las
pruebas habían sido todo un éxito y, sin él saberlo, estaba ayudándose a sí
mismo a encontrar mejoras para la máquina del Fernando más mayor.
Samuel recibió un
WhatsApp de su padre advirtiéndole que Fernando debía ir aquella tarde-noche al
cine y que era de vital importancia.
Era el momento de seguir
con el plan…
-
Fernando, ¿qué vas
a hacer esta tarde-noche?
-
Pues había pensado
ir a casa y descansar, ¿por qué lo pregunta señor?
-
Se me había
ocurrido la idea de ir al cine, ¿qué te parece?
-
Ah, no sería mala
idea. Hay una película que están estrenando que tiene muy buena pinta.
-
Perfecto, quedamos
entonces en la puerta del cine sobre las… ¿21:00?
-
Hecho.
Fernando había picado.
Samuel después le llamaría diciendo que su padre se había puesto malo y que por
eso no pudo ir, pero el plan estaba en marcha. Aun sabiendo esto, Fernando fue
al cine. Le picaba la curiosidad por ver esta nueva película que tan buenas
críticas tenía.
Mientras miraba la
cartelera andando hacia la entrada del cine, se tropezó con Roger al que no
había visto venir.
Roger se puso agresivo
con Fernando, le gritó y lo mandó a la mierda. En cambio, Fernando pidió perdón
pero para Roger esto no era suficiente.
Fernando retrocedió un
paso mientras Roger se acercaba más y más. Estaba cabreado por el rapapolvo de
esa mañana del hombre trajeado y el pato tenía que pagarlo alguien.
Como Roger seguía
gritando, Fernando se cansó y alzó la voz también para intentar que aquel
hombre se callara. Solamente se había tropezado, pensaba él. No era para tanto.
Roger no podía soportar
que aquel mindundi le gritara. ¡¿Todo el mundo en aquella maldita ciudad le
gritaba o qué?!
Sin mediar ninguna
palabra más, Roger se abalanzó sobre Fernando dispuesto a pegarle.
Pero Fernando no se iba a
quedar quieto y respondió a los puñetazos.
Cuando Roger fue a pegar
a Fernando, éste le cogió el brazo y se lo llevó a la espalda, volviendo a
Roger que se quedó indefenso. Tras este hábil movimiento, Fernando le dio un
rodillazo que dejó temblando a Roger.
Recomponiéndose un poco,
Roger amenazó a Fernando.
-
¡Esto no va a
acabar así!
Por ahora todo estaba saliendo según
lo acordado. ¿Cumplirá Roger su promesa?
CONTINUARÁ…
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