Y en otro orden de cosas (qué profesional ha quedado jajaja) aquí os dejo el capítulo de hoy. ¡Nos vemos el jueves!
CAPÍTULO 3
Los rayos del sol
empezaron a bañar la ciudad mientras parte de ésta aún dormía. El día que
Fernando estaba esperando había llegado. R.I.F. había vuelto.
Fernando fue hasta la
empresa de los Turner lo más rápido que pudo. Desde el día en el que Patrick
fue a su casa, habían pasado 4 meses de lo más desesperantes, pero la espera
estaba a punto de terminar.
La sonrisa se dibujó en
el rostro de Fernando al ver de nuevo a aquella máquina terminada y lista para
ser utilizada.
-
Fernando, me
alegra verte. Acabo de hacerle la última revisión para ver si todo está como lo
dejamos ayer. Está todo cuidado al milímetro.
Fernando le dio un abrazo
a Patrick.
-
Muchas gracias por
ayudarme con R.I.F. todo este tiempo. Sin ti no hubiera sido igual.
-
No tienes por qué
darme las gracias. Ha sido un gran avance para nuestra empresa y estoy seguro
que a partir de ahora daremos el bombazo.
-
Ten cuidado con
R.I.F. porque puede ser peligroso para vosotros. Yo acabé en 1955 huyendo por
un chivatazo. Tenlo en cuenta.
-
Tranquilo, lo
tendré todo bajo control. ¿Te has decidido ya a qué época vas a ir?
-
Sí, voy a ir al
2005. Cuando yo tenía 14 años.
-
Parece mentira.
Estamos en febrero de 1989 y tienes 61 años. Te vas a ir al 2005 donde deberías
tener 77 y en realidad en ese año tienes 14…
-
Es lo que tienen
los dilemas temporales.
Fernando puso la fecha
exacta y la puerta de R.I.F. se abrió de par en par.
-
Patrick, te veré
pronto amigo.
-
Ojalá pudiera
decir lo mismo… Nos vemos dentro de 16 años.
Fernando retrocedió un
paso y luego entró de golpe en la máquina mientras escuchaba un “ten cuidado”
de Patrick.
Los ruidos extraños se
adueñaron del momento. Fernando rezaba para que la máquina funcionara y pudiera
solucionar lo que hubiera pasado en el futuro y así traer de vuelta a su
familia.
En un momento, todo se
quedó en silencio mientras que Fernando se encontraba a oscuras dentro de la
máquina. De repente, una luz blanca bajo sus pies comenzó a vislumbrarse y
Fernando comenzó a caer al vacío. ¿Qué estaba ocurriendo?
Fernando calló al suelo
finalmente tras una gran caída. Algo desconcertado, logró ponerse en pie y miró
a su alrededor.
-
¿Qué año será?
Salió de aquella sala y
pasó por delante del despacho de Patrick y escuchó la inconfundible voz de
Samuel. Llevaba años sin escuchar su voz de adulto.
-
¡Papá! Ha
ocurrido. La máquina del tiempo acaba de sonar, ¡tal y como tú lo dijiste!
Vale, de acuerdo. Iré a ver.
Fernando siguió su
camino. Cuando solucionara el problema, tendría tiempo para saludos y
reencuentros.
Salió de allí con
dirección a su casa de la adolescencia cuando vio pasar a un coche bastante
moderno, lo que le terminó de confirmar que había conseguido viajar al 2005.
Se subió a la loma que
había delante de su casa y desde allí se dispuso a observar si veía algún
movimiento por la casa, a la que encontraba extraña. ¿Tenía una habitación más?
Al cabo de unos minutos,
las puertas de la casa se abrieron y de allí salieron dos personas. Uno era su
padre, pero… ¿Y la otra? ¿Era su madre?
Efectivamente. La madre
de Fernando dejó el tabaco meses después de casarse a causa de una conversación
bastante buena con un “hombre muy agradable” según sus palabras textuales, lo
que causó que la historia cambiara. Su madre no había muerto de cáncer de
pulmón y se encontraba completamente sana.
Alberto se dirigió a su
coche, que no era tan lujoso como el que tenía cuando Fernando vivió en sus
propias carnes esa época. ¿Seguiría siendo cirujano plástico? ¿Habría conocido
a Lulú? ¿Habría tenido algo con ella? ¿Le era fiel a su madre? Todas estas
incógnitas se atropellaban en la cabeza de Fernando que no podía dar respuesta
alguna a estas preguntas.
Después de la marcha de
Alberto, acto seguido Teresa (la madre de Fernando), se volvió hacia la casa
haciendo un gesto con los brazos. ¿A quién llamaba? De repente, de la casa
salieron nada más y nada menos que dos personas. Fernando se reconocía a sí
mismo, pero a la otra chica no la reconocía. ¿Quién era?
Fernando no sabía hasta
qué punto había cambiado su vida en ese momento. Tras la supervivencia de su
madre y que en ningún momento hubiera tenido cáncer, la familia de Fernando
prosperó y lo tuvieron a él y al año que viene nació su hermana. Sí, Fernando
ahora tenía una hermana.
Teresa se montó en el
coche y acto seguido lo hicieron sus hijos. Aquel día era lunes, por lo que
Fernando se imaginó que su madre los llevaría al instituto.
Fernando vio pasar el
coche y se quedó mirando a su madre y a su hermana. Estaba en shock ya que, su
sueño de tener una familia se había cumplido. No solo tenía a su madre con él,
sino que ahora tenía una hermana a la que nunca abandonaría, pero… ¿Y Claire?
Una de las cosas de su vida se había arreglado pero el tema de su mujer y sus
hijos seguía igual. Fernando no paraba de darle vueltas a su cabeza pensando
que si su madre vivía, su padre no le mandaría al internado, por lo que no
conocería a Claire, ni a Hugh ni tampoco a Stacy. ¿Qué podía hacer para
arreglar todo esto?
Unas horas más tarde, en
el instituto sonaba la alarma del recreo y los chicos salían al patio. Tenían
la costumbre de sentarse todos en unos bancos y charlar hasta que volviera a
sonar la sirena.
-
Uf, al fin un
descanso. Las clases de Historia a primera hora me matan,-dijo Mandy-.
-
¿Sabéis por qué no
ha venido hoy a clase Travis?-preguntó Stefy-.
-
No tengo ni idea.
Seguro que se habrá inventado algo para no venir,-comentó Steve-.
Todos cogieron asiento
menos Fernando, que se quedó de pie.
-
Ale, muchas
gracias. ¿Dónde me siento yo ahora?
-
Ahí al lado hay un
banco que está suelto,-dijo Steve-. ¿Quieres que te ayude a moverlo?
-
No te preocupes,
ya puedo yo.
Tras mover el banco,
todos se pusieron a hablar.
-
No tengo ni idea
de qué bachillerato voy a escoger. Estoy perdida,-dijo Stefy-.
-
Yo voy a escoger el
de ciencias,-dijo Steve-.
-
Eso ya lo sabíamos
todos Steve,-dijo entre risas Fernando-. ¿Y tú Mandy?
-
Yo seguramente
escoja Ciencias Sociales. Siempre se me han dado mejor las letras que los
números.
-
Pues yo creo que
voy a hacer Ciencias. A mí la Química me encanta,-dijo Rocío, la hermana de
Fernando-.
A todo esto, Fernando
acababa de llegar al instituto donde se dispuso a espiar desde lejos la
conversación de los jóvenes. Verse a sí mismo en tercera persona le resultaba
de lo más extraño.
-
¿Y tú qué bachillerato
vas a escoger Fernando?-preguntó Steve-.
-
Pues no lo sé,
porque las ciencias se me dan bien, pero las letras no me desagradan tampoco.
Oh, oh. Eso era un
problema. Si Fernando no escogía el bachillerato de ciencias ni iba a la
universidad a estudiar la carrera que él había estudiado, todo se complicaría
más. Mientras Fernando le daba vueltas a la cabeza a este aspecto, Steve se dio
cuenta de su presencia.
Steve se quedó mirándolo
un rato y vio que esa figura no se movía de ahí, por lo que se lo comentó a
Fernando.
-
Fer, ¿te has dado
cuenta de que lleva un hombre viéndonos un rato desde allí?
-
¿Ah sí? A ver…
Pues sí, es verdad.
El joven Fernando miró a
Steve y lanzó una pregunta.
-
¿Quieres que vaya
a ver?
-
¡No!,-intervinieron
las chicas-. A ver si va a ser alguien malo.
-
No os preocupéis
que no va a pasar nada.
Fernando se levantó
decidido y se fue dirigiendo hacia donde estaba él mismo de mayor.
-
¡Ten cuidado
Fer!-gritaba Rocío-.
-
Fer es un tío
valiente. No le va a pasar nada,-tranquilizaba Steve a las chicas-.
Fernando veía cómo su yo
adolescente se acercaba más y más a él. No podía permitir que ocurriera eso ya
que, si se encontraban, el curso espacio-temporal podría romperse y que
absolutamente todo cambiara de forma aleatoria.
Fernando huyó de ahí lo
más rápido que pudo hacia la puerta de salida del aparcamiento del instituto
antes de que su yo adolescente llegara a verlo.
Pero de camino a la
puerta se encontró con Teresa, su madre. Eso no podía estar ocurriéndole. Tan
mala suerte junta no era posible. La mujer se quedó mirando a Fernando con cara
de sorpresa pero, a la vez, de extrañeza.
Fernando miró a su madre
un instante mientras pasaba por su lado antes de seguir con su huida. Su
corazón le pedía pararse para darle un abrazo y decirle que la quería, pero su
cabeza le obligaba a seguir su camino.
Teresa reaccionó tarde y
cuando ya había pasado de largo Fernando, le llamó.
-
¿No era ese el
hombre que me encontré el día de mi boda con Alberto? Juraría que es el mismo.
Está exactamente igual que como lo recordaba.
Teresa se volvió y fue a
encontrarse de frente con su hijo.
-
¡Mamá! ¿Eras tú la
persona que nos estaba vigilando?
-
¿Yo vigilando? Si
acabo de llegar. Venía a…-Teresa calló en la cuenta de que Fernando era el
hombre que estaba vigilándolos, pero, ¿por qué?-.
-
¿A qué venías
mamá? ¡¿Hola?! Tierra llamando a Teresa, ¿me recibe?
-
Sí Fernando,
perdona. Te decía que venía a traeros el desayuno a tu hermana y a ti, que con
las prisas se me ha olvidado esta mañana.
-
¡Ah! Gracias mamá.
Fernando seguía corriendo
en dirección contraria al instituto mientras que en su cabeza le estallaban
millones de preguntas. ¿Cómo haría para convencer a su yo adolescente de que
escogiera el bachillerato de Ciencias sin encontrarse con él cara a cara? ¿Y
para conocer a Claire? Todo esto sumado a la preocupación de que Fernando sabía
que R.I.F. acabaría estropeándose por culpa del carbono 14, ya que cuando este
se rejuveneciera hasta el máximo, la máquina dejaría de funcionar.
¿Cómo podría ocuparse de todo eso y
salir vivo de esta situación?
CONTINUARÁ…
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