sábado, 17 de agosto de 2019

Capítulo 8 || El Intruso


Pasando al interior de la vivienda, Phill se sentó en el sofá junto a Vanessa.
- Más vale que me des una explicación bien buena porque ha venido mi hermana de visita y la he dejado en casa con tal de verte a ti.
- Bien… A ver…-comenzó a decir Phill pensándose en si contarle la verdad o no-.
- ¡Estoy esperando!
- Vale, vale… Bueno, si te cuento desde el principio yo… No soy de este planeta y mi nombre real no es Phill Spencer, sino C34DBO. Vengo de un planeta muy lejano para investigar a vuestra raza y por eso me he camuflado como uno de vosotros, para no levantar sospechas.
- Está bien, ¿te crees que soy tonta o me chupo el dedo?
- Joder Vanessa, ¡te estoy diciendo la verdad!
- ¡A MÍ NO ME VACILES, PHILL SPENCER!-comenzó a gritar Vanessa haciéndole ver a Phill que diciéndole la verdad no resultaría, por lo que utilizó sus poderes para borrarle la memoria; sin embargo tardó mucho más tiempo de lo habitual-.



 Tras despertarse después de unos minutos, Vanessa se encontró en la casa de Phill y a él a sus espaldas haciéndole un masaje.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué estás dándome un masaje?
- Cariño, me lo has pedido tú. ¿Te has quedado dormida?

- Sí… Eso parece.


 Phill sentía un nudo en el estómago a causa de la culpabilidad, ya que quería ser completamente sincero con Vanessa, pero había comprobado que no sería posible y tendría que seguir viviendo una mentira con ella.


 Vanessa, pese a estar algo aturdida todavía, pudo girarse y besar la boca de Phill.
- ¿Y este beso?-preguntó el chico-.

- Por cuidarme…


 A unos cientos de metros de allí se encontraba aquel tipo preguntando a diestro y siniestro por Vanessa. ¿Quién era?
- Perdone, ¿ha visto a una chica pelirroja con pelo corto y tatuajes en sus brazos?

- No, lo siento mucho…


 Tanto Phill como Vanessa comenzaron a desnudarse mutuamente y ambos prosiguieron con el rosario de besos hasta que se quedaron completamente desnudos.


 Sin cesar en su búsqueda, aquel chico continuó preguntando.
- Disculpe señorita, estoy buscando a alguien… ¿Podría ayudarme?
- ¿Señorita? Uy, gracias por el piropo.
- No hay de qué, ¿podría ayudarme a encontrar a una amiga mía? Es pelirroja, tiene el pelo cortito y tatuajes en sus brazos, ¿la ha visto?
- ¡Sí! Creo que sí… ¿Cómo se llama usted?
- Ian, Ian Sanders.

- Muy bien Ian, acompáñeme,-dijo la mujer comenzando a andar-.


 El tal Ian siguió a esa mujer hasta una casa bastante grande y, al llegar allí, le hizo una pregunta.
- ¿Es aquí, Nuria?
- Sí, ya hemos llegado…
- ¿Está aquí Vanessa?
- Entra en casa y te diré todo lo que sé, ¿trato hecho?

- Está bien, trato hecho.


 Pasados unos minutos, los gemidos de Nuria resonaban en toda la casa.
- ¡Joder! Sigue así, ¡sigue joder! Ni se te ocurra parar Ian… ¡AH! Me cago en la puta… Esto es follar y no lo que hace mi marido.


 Y tras la sesión de sexo Nuria se incorporó y comenzó a vestirse, lo que sorprendió a Ian.
- ¿A dónde vas, Nuria?
- A trabajar…
- Pero, ¿no me ibas a decir todo lo que sabías sobre Vanessa?
- Mira querido, no sé ni quién es ni me importa… Lo único que sé es que voy a llegar tarde al trabajo. Ah y… Cuando salgas, cierra la puerta.

- Pero…


 Ian se quedó completamente estupefacto. Esa mujer había jugado con él y lo había mangoneado por completo. ¡No podía ser! Se había dejado engañar como un ingenuo y esa sería la última vez.
- Esto no puede quedar así…-sentenció Ian mientras se tocaba la oreja, activando un pinganillo-. ¿Señor? Necesito nuevas órdenes con las que proseguir la búsqueda.


 Poniéndose la ropa de nuevo, Ian se dirigió hacia la casa donde tenía constancia de que vivía Vanessa o lo había hecho. Estaba de un humor de perros y ya no iba a dejar que nadie jugase con él.


 Patricia estaba en el interior de la casa charlando animadamente con Tessa.
- No me puedo creer que mi hermana esté enrollada con un chico… Mira que me ha contado todo con pelos y señales, pero me resulta tan extraño tía… Es que lleva toda la vida saliendo con chicas y ahora, de repente, va y se enamora de un chico.
- Las cosas de la vida… Y ademas, fue raro porque todo cambió a raíz de que viniese este chico que te digo, Phill creo que se llama.
- Sí. Que a todo esto, yo sigo preguntándome quién se haría pasar por mí.
- Yo que sé tía, pero si era un disfraz estaba muy bien hecho.
- ¿Y en serio te acostaste conmigo? Bueno… Ya me entiendes.

- Joder… Qué bien me lo pasé jajajajaja.


 Abriendo la puerta de par en par, todos creyeron que era Vanessa y por eso no miraron hacia donde provenía el ruido, ya que se habrían dado cuenta de la verdad.
- Buenas Vanessa,-comenzó a decir Patricia-. ¿Cómo te ha ido con Phill?

- ¡¿Dónde está Vanessa?!-gritó histérico Ian-.


 Agarrando del pelo a Patricia, Ian la levantó de la silla y comenzó a increparla.
- ¿Dónde coño está tu hermana?
- ¿Quién eres y por qué buscas a mi hermana?

- ¡Que me digas dónde coño está!


 Patricia intentaba zafarse de ese tío, pero era muy fuerte y le resultaba imposible.
- ¡Que hables de una puta vez! ¿Dónde está tu hermana?
- ¡No lo sé!

- ¡No me mientas! ¿DÓNDE ESTÁ LA PUTA DE TU HERMANA?


 Y como si la hubiesen invocado con un hechizo, la mismísima Vanessa entró en la casa con una sonrisa de oreja a oreja sin saber que se estaba metiendo en la boca del lobo.
- Patricia, ¿quién es este chico?

- Tu peor pesadilla, hija de puta,-contestó Ian-.


 Soltando a Patricia, Ian comenzó a pegarle una serie de puñetazos a Vanessa que la hacían tambalearse, creándole heridas en la cara que comenzaron a sangrar…


 Todas las chicas gritaban y le pedían a ese chico que parase, pero él hacía oídos sordos y continuaba con sus puñetazos, empujones y guantazos a la pobre muchacha.


 Una vez que Vanessa no pudo más y cayó al suelo semiinconsciente, Ian miró a las demás y las amenazó.
- Y como se os ocurra decirle algo a alguien lo sabré y vendré a por todas y cada una de vosotras, ¡¿os ha quedado claro?!


 Entre sollozos de las chicas, Ian cargó con Vanessa y se la llevó a su escondrijo para encerrarla.
- ¿Qué quieres de mí?-le preguntó Vanessa ya algo más recuperada-.
- Tú eres una simple moneda de cambio. No quiero nada de ti… En principio. Mi verdadero objetivo es otra persona.

- ¿Y por qué no vas a por esa persona y a mí me dejas en paz?


 Pero sin contestarle a más preguntas, Ian se largó y cerró la puerta con llave para que no pudiera salir de allí.
Vanessa se encontraba presa sin delito y, lo que era peor, sin saber el por qué de todo aquello. No conocía a ese tipo, ni sus intenciones, ni tampoco a por quién iba. ¿Ella era la moneda de cambio? ¿De qué? ¿Por qué? No entendía nada…


 Sentándose en la cutre cama, si se le podía llamar así, Vanessa comenzó a darle vueltas a todo ese asunto para intentar sacar algo en claro, pero nada tenía sentido.
- Mis padres ya no viven, mis mejores amigas estaban en casa junto con mi hermana y no se ha llevado a ninguna… ¿Será por Phill? Pero… Si Phill es un simple rollo, no es nada especial. No lo sé…


 Ajeno a todo esto, Phill buscaba información sobre posibles trabajos que hubieran disponibles en la ciudad para ver si podía dar el perfil para alguno de ellos.


 Al cabo de una semana allí encerrada, las idas y venidas de Ian habían sido escasas y sólo para traerle comida y agua por las mañanas y retirar los envases al final del día. Pero ese día la cosa iba a ser diferente…
- ¡Levanta!-gritó Ian-.


 Dando un bote en la cama, Vanessa se incorporó y miró a su secuestrador.
- Buenos días para ti también, estúpido.
- Qué me gusta verte alegre por las mañanas.

- Anda y muérete ya, gilipollas.


 Sentándose a su lado, Ian comenzó a mirar a Vanessa de arriba abajo.
- Pues no tiene mal gusto, la verdad,-comentó Ian-.
- Que te den.
- ¿Vas a seguir sin hablar?
- Hasta que no me liberes no.
- Eso es imposible.

- Pues entonces no hablaré.


 Ian estaba desesperado, ya que no podía con Vanessa y era un hueso duro de roer.
- Me cago en tu puta madre. ¿Quieres hablar ya?
- ¿Me vas a sacar de este agujero?
- Ni lo sueñes.

- Pues tú tampoco esperes una respuesta.


 Justo antes de comenzar a gritar de nuevo, a Ian se le ocurrió una idea y comenzó a reírse él solo.
- ¿Y ahora qué te hace tanta gracia?
- No vas a hablar, ¿verdad?
- Déjame que lo piense… ¡No!
- Muy bien, no me has dejado otra alternativa…

- ¿Qué… Qué vas a hacer?-preguntó Vanessa algo atemorizada-.


 Levantándose de la cama, Ian cerró sus ojos y su pelo negro comenzó a desaparecer. Su piel fue poniéndose azul y sus ropas dieron paso a un traje extraño. Ian no era humano, sino ¡otro extraterrestre! Vanessa no cabía en sí del asombro y ni siquiera chilló por el shock tan fuerte que había sufrido.
- Te presento a mi auténtico yo. Soy Z512, soldado de batalla de la decimocuarta legión, pero tú me puedes llamar Z si quieres…



CONTINUARÁ…

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