Levantándose de su asiento, Isa se acercó al muchacho.
-
Pues mira, si me ayudas te lo agradeceré porque ando un poco
perdido.
-
¿No sales mucho?
- Lo
normal, ya sabes… Pero aquí es la primera vez que vengo. ¿Tú
sueles venir por aquí?
-
Soy una clienta fija.
-
Entonces pídeles que te hagan un carnet de socia jajaja. Soy Tahir.
- Yo
Isabel, pero puedes llamarme Isa. Encantada de conocerte.
Ambos conectaron desde el principio. Isa le ayudó a escoger una copa
y luego él le invitó a una mientras hablaban de todo, había muchas
risas y muy buen rollo entre ambos.
Algo más tarde, él propuso irse a una discoteca que conocía bien y
a Isa no le pareció mala idea y, justo antes de irse, se lo consultó
a Ann.
Ante la propuesta, Ann no estaba demasiado segura y ella prefería
irse a casa.
-
Venga Ann, no me hagas esto. Hemos salido juntas y esto ha salido por
casualidad… Es un tío genial y te vas a reír mucho con él, ya lo
verás.
-
Bueno, como tú quieras Isa.
-
Gracias cariño, ya verás como no te arrepientes.
Unos minutos después, las dos muchachas junto con Tahir estaban
bailando en la pista de la discoteca con una buena música y un gran
ambiente. Las copas estaban bastante más baratas y el muchacho
invitó a ambas chicas en forma de agradecimiento.
Isa, sin poderse reprimir más, se lanzó al cuello de Tahir que se
sorprendió y se comenzó a reír por las cosquillas que le daban los
besos en esa zona.
-
Vaya Isa, ¿a qué viene ese beso?
- A
que estás buenísimo y no paro de imaginarme cómo se vería tu
cuerpo sin tanta ropa…
-
Bueno, si quieres… Podría mostrarte el camino hacia la respuesta…
Mirando a Ann, Isa le guiñó el ojo y su amiga sonrió sabiendo lo
que iba a hacer. Ann la comprendía porque sabía que Isa tenía sus
necesidades y Prudencio, por mucho que quisiera, no podía
satisfacerla, por lo que si se buscaba un amante era de lo más
normal.
Entrando en uno de los dormitorios que había en el piso superior,
ambos se desvistieron con rapidez y comenzaron a follar como locos,
con ansia y con mucha pasión. Sería por las ganas que tenía, pero
Isa estaba dejando loco a Tahir con esos movimientos pélvicos y
tenía que parar a cada poco tiempo para no terminar tan rápido.
Isa no paraba de gemir. ¡Cuántos meses llevaba deseando que la
penetrasen! Estaba harta de sus dedos, de su consolador y de montarse
sus fantasías mentales que en momentos de escasez la ayudaban, pero
no eran suficientes. Ella necesitaba más y Tahir se lo estaba dando
con creces.
Como Ann comenzó a aburrirse, se sentó junto a una mesa que había
allí cuando vio entrar a un chico bastante guapo y que le llamó la
atención.
Echando un vistazo, en cuanto el chico vio a Ann sentada sola, sonrió
y se acercó a ella.
-
Buenas noches señorita, ¿está sola por aquí?
- He
venido con una amiga, pero ella está… Ocupada.
-
Entonces, ¿le importa si me siento y le hago compañía hasta que
venga su amiga?
-
Para nada, adelante. Soy Ann.
- Yo
Katashi, encantado.
Queriendo iniciar algo de conversación, Ann hizo lo mismo que su
amiga Isa con aquel chico.
-
¿Vienes mucho por aquí?
- La
verdad es que no porque suelo estar ocupado con cosas del trabajo y
tengo poco tiempo libre.
-
Oh, ¿y en qué trabajas?
-
Soy autónomo. Ahora mismo estoy montando una empresa desde cero.
-
Qué bien. Suena interesante.
- Lo
es y además me gusta mucho, aunque sea estresante a veces. ¿Y tú
trabajas?
-
Ahora mismo estoy en una etapa de mi vida donde necesito encontrarme
a mí misma, saber en qué punto estoy y retomar todo.
Katashi, interesándose por esa respuesta, quiso saber más y ella le
comentó por encima que no se hablaba con sus padres, que había
tenido una vida complicada…
A
todo esto, Isa bajó y cuando se encontró a Ann charlando con aquel
tipo, sonrió orgullosa.
Tras mencionarle algunos de los problemas que tenía encima, Ann se
quedó un poco más seria y, para animarla, Katashi intentó hacer un
comentario simpático.
-
Pues no se te nota nada, sinceramente. Estás fabulosa y eres muy
guapa y nadie diría que tienes problemas en tu vida.
-
Vaya gracias, eres muy amable.
-
Eh, para mí es un placer. Además, sólo digo lo que veo.
Sonrojándose un poco, ella también quiso adularlo para devolverle
el favor, de cierta forma.
-
Bueno, tú tampoco estás nada mal y no se te ve para nada preocupado
con todas las cosas que debes tener en tu cabeza.
-
Muchas gracias Ann, te lo agradezco.
Pidiéndose otra copa, Isa sonreía sabiendo que aquel chico le hacía
tilín a su amiga. La conocía y se olía que de ahí podría surgir
algo y no podía estar más contenta.
Acordándose de un chiste, Ann se lo contó a Katashi y éste comenzó
a carcajearse de buena gana y, de esa forma, cambiar el ambiente
triste que se había creado anteriormente contándose mutuamente sus
problemas.
-
Eres una caja de sorpresas, aparte de bonita eres graciosa.
Ann se lo agradecía todo y se sentía mucho más cómoda con él y
con más confianza, algo que se notaba a la hora de las
conversaciones que estaban teniendo.
-
Bueno, mi amiga me está esperando desde hace un rato y no quiero que
se aburra, así que me iré con ella.
-
Claro, no hay problema. ¿Nos volveremos a ver?
-
Ten por seguro que sí… Gracias por una noche tan agradable
Katashi.
- Lo
mismo digo, gracias por hacer que esta noche haya sido tan amena y
divertida.
Acercándose a Isa, le tocó el hombro y se sentó a su lado.
-
Perdona Isa, pero me he puesto a hablar con ese chico y se me ha ido
el santo al cielo.
- Ya
veo que has estado ocupada mientras he estado arriba… No pierdes el
tiempo, ¿eh?-le dijo con una sonrisa picarona-.
-
Anda ya Isa, que sólo hemos hablado. Pero he de admitir que está
como un tren.
- Ay
amiga, ya sabía yo que te atraía.
-
Calla ya y dime tú, ¿qué tal con Tahir?
-
Uf, no me lo recuerdes que se me mojan las bragas de nuevo.
-
Hija, ¿tan bien folla?
- No
sé si será eso o que yo estaba muy necesitada pero me ha sabido a
gloria.
Riéndose ambas a causa de este último comentario, recogieron sus
cosas y se fueron con dirección a su casa.
Al entrar, todo estaba apagado e Isa se imaginó que Prudencio se
había ido a dormir.
-
Bueno, yo me voy a preparar una taza de leche y me voy a la
cama,-dijo Ann-.
- Yo
subo al dormitorio ya que estoy rendida. Que descanses bonita.
-
Igualmente y… gracias de nuevo.
Entrando en el dormitorio conyugal, Isa pudo comprobar por los
grandes ronquidos de Prudencio que su marido dormía como un tronco.
Suspirando, comenzó a cambiarse para irse a dormir.
Pocos minutos después, Ann hizo lo mismo y al notar el tacto de las
sábanas creyó estar en un hotel. No estaba acostumbrada a todo ese
lujo y para ella era todo muy nuevo y difícil de creer.
Al cabo de un año, Ann estaba más que hecha a la casa, a su rutina
y había encontrado su camino, su propósito en la vida y estaba
dispuesta a conseguirlo.
Por su parte, Isa estaba recuperándose del fallecimiento de
Prudencio. Se cumplía ya un mes de su pérdida y, aunque no estaba
enamorada de él como tal, sí que la había criado como un padre
cuando era niña y la había tratado siempre como una princesa.
-
Buenos días Ann. Qué madrugadora, ¿no?
-
¡Buenos días! Sí, la verdad es que hoy me he levantado con
energía.
Sin despegar la vista de la cocina, Ann siguió conversando con Isa.
-
¿Cómo estás?
-
Pues bien, algo mejor, pero imagino que este sentimiento se irá
pasando con el tiempo y sin que me dé cuenta. ¿Y tú?
-
Bien, bien. Me ha hablado esta mañana Katashi y me ha dicho de
quedar porque quiere proponerme algo…
Terminando el desayuno, Ann sirvió un par de platos y se pusieron a
comer.
-
Uh, suena a algo serio… ¿Tú crees que querrá casarse contigo?
-
Isa, no llevamos saliendo ni un año, no creo que me vaya a proponer
matrimonio.
-
Uy, eso no lo sabes. Mírame a mí, con 20 años y viuda… A quien
se lo cuente no se lo cree.
-
Pero piensa en positivo, ahora eres libre de hacer y deshacer lo que
quieras, tienes pasta, una posición…
-
Ya, pero ahora mismo no estoy para emparejarme de nuevo.
- ¿Y
quién ha dicho lo contrario? Ahora es momento de salir de fiesta,
conocer gente nueva, tener amoríos, follar en condiciones y ser
feliz, que tú siempre has sido la que me ha alegrado a mí, ¿eh?
-
Ya, si lo sé…
-
Pues arriba ese ánimo y, cuando vuelva de estar con Katashi, salimos
a dar una vuelta y te cuento qué tal la cita.
Terminando el desayuno rápidamente, Ann se fue hacia el lugar donde
había quedado con su novio y, cuando lo vio tan elegante como
siempre, algo en su interior se le removió. Realmente se había
enamorado de él.
Abrazándose, Ann pudo respirar su penetrante perfume, ese que tan
bien olía y que la hacía estremecer.
- Te
he echado de menos, guapo.
- Y
yo a ti, vida mía.
Separándose, Katashi tomó la palabra y comenzó a hablar.
- A
ver, te he llamado para proponerte algo y me encantaría que me
dijeras que sí.
-
Soy toda oídos.
-
¿Te gustaría trabajar en mi empresa? Y además… Me encantaría
que vinieses a vivir conmigo, solos tú y yo.
-
¿Me… Me lo dices en serio?
- Sí
mi amor. Nada en esta vida me haría más feliz. ¿Qué me dices?
CONTINUARÁ...
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