Ya eran las 12 pasadas
del mediodía y se hacía tarde, por lo que María fue al baño para ver qué estaba
haciendo su marido.
-
Lorenzo, ¿te queda
mucho? Vamos a llegar tarde…
-
Estoy terminando,
que me estaba dando los últimos retoques.
-
Después dicen que
las mujeres tardamos…
Lorenzo se echó sus
últimas gotas de colonia y fue hacia la puerta donde una impaciente María lo
esperaba.
-
¿Ves como no era
para tanto? Nunca has sabido esperar, María.
-
Es que tardas
mucho y el avión no espera. Entre que llegamos allí, facturamos las maletas… Y
es un viaje muy largo.
No necesitamos facturar maletas, cariño, para algo vamos en el jet.
Venga, bajemos a ver si Fausto tiene todo preparadoPero antes de salir, el matrimonio se unió en un dulce beso.
El tal Fausto era uno de
los hijos gemelos de la pareja. Era muy brillante con el piano y con sólo 8
años de edad era capaz de tocar casi cualquier pieza, por lo que sus padres
irían con él a Europa para ver si podía entrar en alguna escuela superior de
música. Su hermano Julio, sin embargo, no era tan brillante como él. No le
gustaba el piano y encima sacaba notas rozando el suficiente, pero era muy
espabilado para lo que a él le interesaba.
Bajando, María avisó a
Fausto que veía tranquilamente la tele con su hermano.
-
Fausto, ¿tienes
todo listo?
-
Sí mami. Sólo tengo
que bajar la maleta.
-
Vale, pues date
prisa, que no podemos llegar tarde al aeropuerto.
Segundos después, llegó
Lorenzo y se quedó mirando a sus hijos con una sonrisa.
-
Ay, qué mayores
están ya… ¿No son guapos nuestros hijos?
-
Muchísimo. No
sabes lo orgullosa que estoy de ellos.
-
Venga chicos,-dijo
Lorenzo a sus hijos-, id apagando la tele que nos vamos.
Una vez apagada, Fausto
fue hacia la puerta para dirigirse a las escaleras, pero su madre lo paró
antes.
-
¿Te hace ilusión
conocer Europa?
-
¡Sí! En el cole
nos enseñan fotos y es muy bonita. ¿Dónde vamos nosotros?
-
A Viena.
-
¡Anda! ¿Como el
pan?
-
Jajajaja sí hijo,
como el pan.
Mientras tanto, Lorenzo
hablaba y se despedía de Julio.
-
Julio, la abuela
vendrá de un momento a otro, así que quédate aquí y no salgas hasta que no llegue.
Ella tiene llave, por lo que hasta que no la escuches llegar, no abras la
puerta a nadie,-le aconsejaba su padre-.
-
Mamá,-decía
Fausto-, ¿por qué Julio no puede venir con nosotros?
-
Porque tu hermano
necesita recuperar las asignaturas que ha suspendido y no puede permitirse el
lujo de perder clase si no quiere repetir curso.
-
Jo, es que me
habría gustado que viniera conmigo…
Luego, llegó la despedida
de María con Julio, a quien le dio cientos de consejos, recomendaciones y besos
antes de salir por la puerta.
Montándose en el coche,
la pequeña familia puso rumbo al aeropuerto para coger ese ansiado vuelo que
los llevaría a Viena.
Julio, bastante triste,
los despedía desde la puerta. Se iban sin él y eso lo hacía sentirse
desplazado. Sentía ciertos celos de Fausto, ya que era quien sacaba mejores
notas, tocaba el piano… Él no era más que una mala fotocopia.
Tocando el claxon,
Lorenzo metió la primera marcha y se fue alejando de su casa sin saber que, por
desgracia, no la volvería a ver nunca más…
No habían pasado ni 24
horas cuando la abuela de Julio recibió una terrible llamada. Habían perdido el
contacto con el avión y no respondían. Todos se temían lo peor porque no veían
la señal en el radar… La abuela maldecía la hora en la que Lorenzo había
decidido irse en el jet que había comprado recientemente. ¿Estarían bien?
¿Habrían tenido un accidente? Eran demasiadas preguntas y muchas incógnitas por
descubrir.
Cuarenta años después,
Julio seguía pensando en ellos cada día. No se habían encontrado restos de
fuselaje del avión, ni los cuerpos de su familia ni del piloto tampoco.
Parecían haberse esfumado de la faz de la tierra…
Y como de un déjà-vu se
tratarse, de la esquina apareció una mujer, pero esta vez no era su madre, sino
su amadísima esposa.
-
¿Qué coño
quieres?-preguntó Julio-.
-
Tenemos que irnos
a la fiesta que nos han invitado. No podemos llegar tarde,-dijo con dulce voz
Rita-.
-
Id yendo vosotros,
que yo antes tengo que hablar con Pocholo de una cosa importante.
Rita era la mujer de
Julio y tenía una personalidad completamente opuesta a él. Ella era dulce,
apenas levantaba la voz para hablar y no tenía tantos aires de grandeza como su
marido. Lo aguantaba demasiado, pero tenían que mantener la imagen de familia
unida de cara a la sociedad, ya que eran personajes conocidos para todos. El
último escándalo había sido la silicona que se había puesto en las tetas y no
se podían permitir más chismes de este tipo…
Yéndose del salón, se
dirigió hacia el garaje donde estaba Walter.
-
¡Hola Rita!
-
¿Has entrado como
te dije?
-
Sí. Menudo truco
más bueno para entrar sin hacer ruido.
-
Ya te dije que una
mujer siempre tiene ases guardados bajo su manga.
Y acercándose a él, lo
besó profundamente y con una pasión desbordante.
El tal Walter era el
amante de Rita y, como podéis notar, era 10 años más joven que ella. Pero a
ninguno le importaba ese dato. Ella era una mujer de muy buen ver y para Rita,
Walter era un bollito dulce por quien estaba sintiendo algo más que orgasmos...
Julio conocía la
existencia de Walter y no le importaba. Ni él ni Rita sentían amor mutuo, pero
como he dicho antes, había que mantener la imagen. Ella podría tener todos los
amantes que quisiera, pero ninguno de ellos podría ser visto en público con
Rita, era la condición. Julio, por su parte, tendría que hacer lo mismo si
quería mantener esa imagen de familia unida como demostraba delante de la
prensa.
En el piso de arriba
estaba la hija de ambos, Paola. Adicta a las compras y a las operaciones
estéticas, había pasado por el cirujano para ponerse más pecho y más culo con
apenas 19 años. Pero ahora con 25, era una mujer hecha y derecha que de día
trabajaba de secretaria en un bufete de abogados y, de noche, salía de fiesta
con sus amigas.
Abriendo de golpe la
puerta del dormitorio de su hermano, entró sin permiso.
-
¡Paola coño! ¿No
sabes llamar a la puerta?
-
Venga va, que
tenemos que irnos.
-
¿Y si llego a
estar desnudo? Cierra la puerta anda.
-
Si llegas a estar
desnudo no habría nada que ver,-dijo mientras cerraba la puerta de la
habitación-.
Kevin era el hijo mayor
del matrimonio. Con sus 28 años era un vago. Su estilo de vida era ver cómo
trabajaban los demás. Se había sacado el graduado a duras penas, con mucho
esfuerzo y dinero gastado por parte de sus padres, de quienes seguía viviendo
actualmente, ya que lo único que hacía en casa era ver la televisión, jugar a
la consola, salir de fiesta y beber con sus amigotes.
Cuando su hermana cerró
la puerta, Kevin la agarró del culo acercándola a él antes de darle un beso con
lengua.
-
No sabes las ganas
que tenía de besarte.
-
Sh, baja la voz
que papá y mamá podrían escucharnos. Esto es una locura, ¿lo sabes?
-
Sí, pero siempre
me has gustado y desde que tienes esas tetas y ese culo… Sólo de pensarlo mira
como se me ha puesto.
-
Bueno, pues habrá
que hacer algo para bajar eso, ¿no?
Y en el salón hacía su
aparición el ansiado Pocholo.
-
¡Buenos días jefe!
Tengo buenas noticias.
-
Llegas tarde.
-
Lo sé, perdón
jefe, pero me he entretenido viniendo para acá…
-
Sabes
perfectamente que hoy tengo la puñetera fiesta con mi familia y malditas las
ganas que tengo de ir. Estoy llegando tarde por tu culpa, ¿qué era eso tan
importante que querías decirme?
Pocholo era la mano
derecha de Julio. No había nada que hiciera uno que ya no lo supiera el otro.
Juntos tenían una empresa de importación y exportación de madera que se
utilizaban para hacer muebles y hojas de papel pasando por una infinidad de
usos más. Pero no era más que una tapadera muy buena para ocultar a lo que se
dedicaban realmente: creación y exportación de droga.
Julio era muy estricto
con su empresa y llevaba todo a rajatabla.
-
¿Qué era eso tan
importante que tenías que decirme?
-
He encontrado una
manera de que ganemos millones y colocarnos los primeros en ventas.
-
¿De verdad? ¿Cómo?
-
La otra noche
escuché en el bar a uno de los Caletto decir que un tipo negro le había contado
que había una pequeña isla al noroeste de África que tenía un tipo raro de
planta alucinógena y que querían tratarla para comercializarla.
La expresión facial de
Julio cambió. La espera había merecido la pena.
-
¡Eso es una
noticia fantástica! Tenemos que ir allí y encontrar esa planta antes de que
vayan ellos y nos la quiten.
-
¿Y cómo? Estamos
en la otra parte del mundo.
-
Dispondré todo
para que tú y el equipo salgáis mañana mismo.
-
¿Ves como no todo
iban a ser malas noticias jefe?
Despidiendo a Pocholo, la
familia “feliz” salió con dirección a la sala de fiestas donde los esperaban.
Cuando llegaron, Julio se fijó en que su mujer no paraba de sonreír.
-
¿Vas a estar con
esa sonrisa estúpida todo el rato?
-
Sí. Y tú también
deberías si no quieres que noten que nos pasa algo, Don “No quiero perder mi
posición social aunque mi vida dependa de ello”.
-
Mira…-dijo
parándose y resoplando-, ya hablaremos de esto en casa.
-
Uy, cuando quieras
querido.
Kevin iba más feliz que
una perdiz. Miraba a su hermana que, muy a su pesar, mantenía el tipo
preparándose antes de entrar en la fiesta y que la apuntaran todos los flashes.
-
Ts, ts, Paola.
¿Luego continuamos donde…?
-
Shhhh, sí. Ahora
compórtate.
CONTINUARÁ…
No hay comentarios:
Publicar un comentario