Tras echar del instituto
a aquellos dos chicos, el ambiente se calmó y no hubo ningún problema grave. Al
estar Fina al corriente de la relación, se mantenía alerta y les propuso
comportarse como profesor y alumna en el colegio si realmente querían seguir
juntos. Todo continuó bien y cuando terminó el curso, Lucía ya tenía los 18
años y la situación en casa no había cambiado así que, junto con Esteban,
tomaron una decisión…
-
Nos
vamos,-sentenció Esteban delante de todos-.
-
¿Cómo que os
vais?-preguntó Juan-.
-
Aquí nos conocen
todos, nos comienzan a mirar mal y Lucía y yo nos amamos. Sé que la diferencia
de edad es muy grande, pero realmente queremos estar juntos y ninguno de los
dos se siente cómodo permaneciendo aquí, así que hemos decidido coger todas
nuestras cosas e irnos a algún sitio lejos de aquí donde no nos conozca nadie y
poder empezar de nuevo, sin comentarios ni miradas raras de nadie.
Algunos estaban más de
acuerdo que otros con dicha decisión, pero era la vida de ellos dos y ninguno
podía interponerse.
-
Sois muy valientes
al querer continuar con vuestro amor pese a los impedimentos que os llevan
poniendo desde que comenzó vuestro amor,-dijo Fina-. Os admiro muchísimo y
deseo que, allá donde os vayáis, estéis todo lo bien que merecéis.
Esteban estaba muy
agradecido por las palabras de su compañera y amiga.
-
Muchas gracias
amiga. Sabes lo mucho que te quiero y aprecio tus palabras. Siento no poder
asistir a tu boda con Mateo, pero queremos permanecer separados de aquí durante
un largo tiempo hasta que las cosas se calmen. No sabemos qué nos deparará la
vida ni qué caminos llevaremos, pero de lo que estamos seguros es de que
lucharemos por nuestro amor hasta el final.
Mientras que Esteban de
despedía de los demás, Lucía lo hacía con Fina.
-
Ten mucho cuidado
ahí fuera. Mantén la cabeza en tu sitio como siempre has hecho y, pase lo que
pase, sabes que aquí tendrás una casa.
-
Muchas gracias
Fina. Lo tendré en cuenta siempre, aunque no sepamos cuándo nos vayamos a
volver a ver.
-
Espero que pronto…
Ambas chicas se dieron un
fuerte y cálido abrazo de despedida. Las dos se habían cogido mucho cariño en
todo ese tiempo y les estaba resultando muy duro el tener que separarse.
Poco después, Esteban se
acercó a ella.
-
Es la hora de
irnos, cariño.
-
Está bien…
-
¿Estás preparada?
-
Sí.
Y la pareja,
despidiéndose una última vez del resto, se dio la vuelta y comenzó a salir del
edificio.
-
Ya somos libres
Esteban, completamente libres para demostrar nuestro amor y llevarlo por
bandera.
-
Ya verás como todo
va a salir bien. Nadie nos juzgará y seremos felices para siempre. Te amo…
Los demás los vieron
salir mientras que alguna que otra lágrima se escapaba al darse cuenta de que,
tal vez, no los verían nunca más.
Unas horas más tarde,
Marco y Estela se despidieron, ya que la relación de ambos iba viento en popa y
se fueron a vivir a la casa de ella. Era mucho más grande y así tendrían más
espacio y mucha más intimidad para los dos.
Al montarse en el coche,
Marco notó seria a Estela.
-
¿Estás bien
cariño?
-
Sí, aunque apenada
por la decisión que ha tenido que tomar esa pareja. Son muy jóvenes para tener
que sufrir tanto… No se lo merecen.
-
Ya. Los dos son
buenos chicos y se aman, salta a la vista. Yo creo que les irá bien. La vida no
los puede tratar tan mal…
Como dos años y medio
después, Fina y Mateo estaban felizmente casados ¡y con una hija recién nacida!
Estaba siendo una locura adaptarse a los nuevos horarios, el dormir poco,
trabajar mucho… Pero tenían siempre la ayuda del otro, y también de Ainhoa y
Juan, de luna de miel en esos momentos.
-
Mateo, ¿la
acuestas tú hoy? Necesito descansar porque mañana me espera un día…
-
Sí tranquila. Yo
me encargo de Marta hoy. Tú duerme que yo me ocupo de todo.
Fina, mirando hacia el
techo, cerró los ojos agradecida.
-
Dios te bendiga
Mateo. Eres un amor. Mañana me ocupo yo.
-
No te preocupes
por eso, ve a dormir y ya mañana vemos cómo nos organizamos.
-
Vale, descansa tú
también todo lo que puedas, ¿eh?
Fina se despidió de su
marido dándole un beso en la boca y se fue al dormitorio mientras que Mateo le
daba palmaditas en la espalda a su hija para que eructara y se durmiera
tranquila.
Mateo miraba a su hija
Marta y no podía evitar que se le cayera la baba. La veía y no terminaba de
creerse que ese ser tan pequeñito hubiera salido de él y de Fina. ¿Cómo podía
ser la vida tan maravillosa?
Y gracias a Dios, ese día
Marta se durmió mucho más pronto que otras veces, así que con cuidado, la llevó
hasta la cuna mientras que Fina dormía plácidamente.
Al cabo de un par de
horas después, la pequeña Marta comenzó a llorar y la primera en despertarse
fue Fina, así que con todo el cuidado del mundo se levantó para atender a su
hija.
Pero Mateo se despertó y
abriendo un poco los ojos miró a Fina.
-
Métete en la cama
que me toca a mí hoy la niña.
Pero mirando a su hija,
susurrando le contestó a su marido.
-
Shhh, descansa y
sigue durmiendo.
El tiempo iba pasando y
al cabo de un mes, Ainhoa y Juan habían vuelto de su luna de miel y a sus
respectivos trabajos, por lo que Juan salía temprano de casa para la comisaría
mientras que su mujer se dedicaba a cuidar a su sobrina más que al bloque, ya
que no le ocupaba mucho tiempo.
A Ainhoa le encantaban
los niños y ver que ya había uno en la familia le despertaba su instinto
maternal. Esperaba poder tener el suyo propio pronto, aunque sabía que
acarrearía todo por lo que estaba pasando Mateo y Fina, pero a ella no le
importaba, sino que se moría de ganas por tener en sus brazos a un mini Juan o
a una mini Ainhoa correteando por allí.
Jugaba con ella, la
entretenía y la hacía reír. Marta era muy risueña y le encantaba cualquier cosa
que le daban, tanto para jugar como para chupar o morder. Era un bebé
encantador.
Mateo trabajaba en el
parque de bomberos pero mientras estaba allí su cabeza viajaba hasta su casa,
donde estaba su hija. No podía dejar de pensar en ella, en si le faltaría algo
o estaría bien. Síntomas de padre primerizo, como le decían sus compañeros de
trabajo.
Uno de esos días, Juan
llegó de trabajar y fue hasta la casa de su hermano porque sabía que se
encontraría allí a su mujer.
-
¿Cómo está mi
sobrina hoy?
-
Shhh, quedándose
dormida. Oh mierda, creo que se ha hecho caca, ¿podrías cambiarla mientras yo
voy al baño?
-
Sí, yo me encargo.
Tras cambiarle el pañal,
se puso a jugar con Marta cuando llegó Fina del colegio.
-
¡Hola Juan! ¿Cómo
está mi pequeña?
-
Muy bien, le acabo
de cambiar el pañal y ahora la voy a acostar para que descanse.
-
¿Le habéis dado el
biberón?
-
Imagino que sí,
pero Ainhoa está en el baño ahora mismo.
-
Ah vale, pues
déjamela si quieres y yo la acuesto.
-
No te preocupes
mujer, ya que estoy lo hago yo y así ensayo para un futuro.
Y así hizo, Juan meció a
su sobrina en sus brazos y posteriormente la dejó en su cuna muy despacio para
que durmiera en paz.
Pero Marta volvió a
llorar así que Fina cogió en brazos a su hija intentándola calmar de nuevo
mientras le daba las gracias a Juan y a Ainhoa por ayudarla tanto.
Al llegar a casa, Mateo
preguntó por su hija.
-
Duerme
plácidamente, así que tenemos un momento de descanso para nosotros.
-
¿Lo dices en
serio? ¿Vamos a poder ver la tele sin interrupciones?
-
Ven aquí y calla
ya. Disfrutemos del momento.
Después de darse un beso,
Mateo se sentó junto a Fina para ver la tele y poder descansar de la dura
jornada de trabajo que había tenido.
Y un año después, la que
estaba embarazada era Ainhoa, de unos 5 meses más o menos.
-
Hola cielo, ¿qué
tal la cena en casa de Naim?
-
Muy rica, deberías
haber venido.
-
Me hubiera
encantado pero estoy muy cansada y no me encuentro del todo bien. Porque han
dicho que viene uno, porque con lo que pesa parecen mellizos vaya.
Juan besó a su mujer y le
sonrió como sólo él sabía hacer.
-
Estoy aquí
contigo, así que ahora siéntate que yo me ocupo de todo, ¿de acuerdo?
-
Eres un amor.
¿Cómo he podido tener tanta suerte de tenerte?
Y en el piso de arriba,
el joven matrimonio acababa de venir también de un dulce paseo por el parque
con Marta, que ya estaba mucho más grandecita.
-
¿Sabes si quedan
pañales en el baño?-preguntaba Mateo antes de darle un beso a su hija-.
-
Sí, y si no
quedaran pégame una voz y te los llevo.
-
Marta, ¿vamos a
darnos un bañito? Uyyy, que Martita va a bañarse, ¡bieeeeen!
Y conforme iba creciendo,
todo el mundo le decía lo mismo a Mateo. Era la viva imagen de su padre con
esos ojos y ese color de pelo. Marta era una auténtica monería y todos estaban
loquitos con ella…
CONTINUARÁ…
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