CAPÍTULO 3
Esa misma noche,
mientras cenaban, todo fue distinto. Fernando estaba más callado de la cuenta.
Aunque tenían un comedor muy amplio, sólo se utilizaba para ocasiones
especiales y los demás días lo hacían en la cocina.
Fernando no paraba de pensar
en lo que le acababa de decir Lulú. ¿Cómo se había enterado? Maldecía la hora
en la que había venido a vivir aquella fulana.
De repente, Alberto se
dirigió a su hijo.
-
¿Te apetece que
juguemos a una partida de billar después?
-
¿Billar? No. Tengo
ganas de irme a mi cuarto y dormir que mañana hay clase.
-
Venga, una nada
más. Casi no pasamos tiempo juntos por una cosa o por otra.
-
Deberías hacerle
caso y jugar un rato,-intervino Lulú-, tampoco no pasa nada, ¿verdad?
-
Sí
Lulú…-contestó Fernando-.
Al final por culpa de
la intervención de Lulú, tuvo que aceptar por miedo a las represalias. Su padre
era un hombre de ideas anticuadas y si supiera lo que su hijo hacía… No sabía
las consecuencias que habría.
- Te voy a dar una
paliza,-dijo Alberto a su hijo-.
-
Sí, papá,
sí,-dijo Fernando mirando hacia el techo-.
- Bola 9 a la esquina derecha.
- La ha metido…-pensaba Alberto tras ver la
magistral jugada que estaba haciendo su hijo-. Que no estás jugando solo, ¿eh?
Te lo recuerdo.
Tras unos 20 minutos,
la partida había acabado y Fernando había ganado; entonces y en una pose
bastante… extraña puso morritos y tiró un beso.
-
Uf, me voy a
dormir. No quiero seguir viendo la cara de pringao que se te ha quedado…
jajaja. ¡Hasta mañana papá!
-
Que descanses
hijo.
Poco después, Fernando
ponía el despertador y luego se acostaba para estar bien descansado para ir al
día siguiente a clase.
Lo mejor de todo era
poder asomarse a la ventana y disfrutar de esas vistas y que sólo los
privilegiados de esa casa podían disfrutar.
A la mañana siguiente y
tal como habían quedado, Travis esperaba a Fernando para irse a clase juntos.
Poco después, el autobús del instituto venía a recogerlos.
Por el camino
estuvieron echándose miradas perdidas, como si quisieran poder estar juntos y
decirlo a los cuatro vientos, pero sabían que era imposible.
Esa misma mañana,
cuando Alberto se fue a su consulta, Lulú se dirigió hacia su puesto de
trabajo. ¿Trabajo? Sí, es una chica contratada y aunque ya no se abre de
piernas como en sus películas…
Sí que daba besos a todo el mundo que lo
quisiera por 3 euros.
- ¡Aquí! Los mejores besos que te puedan en
toda la ciudad por solo 3 euros. ¿Quieres besar unos labios carnosos? No dudes
en venir aquí.
Sin embargo, vio
que un chico se fue al puesto de besos del chico para darle un beso a él.
- ¿Qué pasa con los maricones?-pensaba
ella-. ¿Prefieren a un chico antes que a una como yo?
Sobre las dos de la
tarde, terminó su turno y se fue a casa. Se encontró a Alberto en el gimnasio y
habló con él.
-
¿Qué pronto en
casa no?
-
Sí, hoy casi no
tenía a gente, por eso me he permitido hacer algo que te gustará.
-
¿El qué?
-
Busqué tu
currículum y me di cuenta que tienes un grado de Administración y Finanzas y
eres Auxiliar de Oficina, así que he llamado a un viejo amigo mío que puede
colocarte. Tras unos minutos hablando me ha dicho que empiezas mañana.
-
¿De verdad?
-
Como que nuestro
amor es real.
-
¡Cariño te
quiero!
Tras unos besos,
Alberto quiso seguir ejercitándose un poco, así que ella subió a su dormitorio
a jugar a los dardos.
-
Ahora con un
trabajo bastante mejor remunerado que el puesto de besos. Este Alberto es un
sol. El que me mosquea es Fernandito…
Ya sobre las cinco y
media o seis de la tarde, llegó Fernando a casa.
-
Hijo, hoy has
llegado más tarde, ¿qué ha pasado?
-
Tenía que buscar
información acerca de la comunidad científica y me he acercado para hacer unas
preguntas. Me ha encantado todo lo que se hace allí dentro.
-
Ah bien. Verás,
tengo que comentarte algo.
- Le he encontrado trabajo a Lulú.
-
¿Ah sí?
-
Sí. He hablado con
el director del instituto porque hace tiempo me comentó que tiene mucho lío de
papeles y que necesita una secretaria así que quiero que le enseñes el
instituto y le ayudes a adaptarse. Ten paciencia con ella, por favor. Es muy
importante para mí.
- ¿En
el instituto dices? ¿Qué yo la ayude?
-
Sí hijo. Por
favor…
-
Está bien, de
acuerdo… Pero que sepas que lo hago por ti,-mintió porque en realidad no quería
que Lulú dijera nada acerca de lo suyo con Travis-.
Alberto subió a su
habitación con una sonrisa de oreja a oreja.
-
Te estaba
buscando. ¿Pruebas cómo está tu puntería?
-
Sí… ¿Quieres que
echemos una partida?
-
Vale. A ver si
me acuerdo…
Mientras tanto Fernando
estaba en su cuarto intentando hacer los deberes. Llevaba dos días seguidos que
no levantaba cabeza. Ayer por lo que le dijo la estúpida de Lulú y hoy porque
no se la va a poder quitar de encima ni en el instituto porque va a ser la
secretaria del director.
Estaba desesperado y no
sabía lo que hacer para salir de esa situación. Lo único que podía hacer era
esperar y tener paciencia, mucha paciencia…
CONTINUARÁ…
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