lunes, 8 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 7


Dos días después de su visita a Los Aniegos, Navarro puso rumbo a la casa de Jara, dispuesto a hablar con ella, porque las llamadas no estaban surtiendo efecto. Cuando llegó, apenas pudo reconocer la casa, ya que había cambiado muchísimo desde la última vez que había estado allí. ¿Qué había hecho?




Navarro fue a abrir la puerta, pero estaba cerrada por dentro, por lo que dando un fuerte empujón con el hombro, la abrió de par en par encontrándose, para su sorpresa, con Ángel.
-          ¿Qué coño estás haciendo aquí chaval?-preguntó Navarro-.
-          Esa pregunta te la iba a hacer yo a ti. ¿Qué coño se supone que estás haciendo entrando de esa forma en casa de Jara?
-          Es mi novia y hago con ella lo que me da la gana.
-          ¡Exnovia! Si no te importa,-intervino la aludida-.




Dejando de lado lo que estaba haciendo, Jara se giró y miró cara a cara a su acosador.
-          Daniel, deja de llamarme, deja de buscarme. ¡Para ti no existo!
-          Oh sí, nena. Sí que existo…
-          ¡No! ¡Déjame en paz!
-          Pero nena…
-          ¿No has oído a la chica? ¡Que te largues!-dijo Ángel alzando la voz-.




Navarro miró con cara de pocos amigos a su rival y contrincante, pero permaneció callado unos instantes antes de volver a hablar mientras se marchaba.
-          No siempre vas a estar acompañada Jara. Algún día te pillaré sola y vendrás conmigo a mi casa, como en los viejos tiempos.




Dando un portazo, Navarro fue directamente a la casa de su amigo Alfonso, pero al llegar se dio cuenta que su moto no estaba y las luces de la casa estaban apagadas. ¿Dónde estaría ese hombre?




Pues Alfonso estaba terminando de arreglar la planta baja de la nueva casa de Gema y su hijo Lucas. El día anterior había pintado mañana y tarde las paredes de un tono azul claro y hoy se había dedicado a decorarla al gusto femenino. Tal y como ella le dictaba.




Gema, por su parte, atendía a su hijo, que jugaba con un conejo de peluche ajeno a lo que hacían los demás. Feliz por no ver a su exmarido, le fastidiaba el haber recibido un par de llamadas el día anterior de parte de Genaro, que rechazó sin dudarlo, ya que no tenía ganas de hablar con él.




A los pocos minutos, Alfonso avisó a Gema de que había terminado.
-          Está todo listo, señorita.
-          Puedes llamarme Gema, no hay problema.
-          Está bien jeje.




Alfonso se comportaba, sorprendentemente, como un auténtico profesional en el trabajo y la cuestión es que lo hacía muy bien. No parecía el mismo cerdo asqueroso y maloliente que había sido siempre.
-          ¿Has terminado de colocar todo lo que te dije antes?
-          Sí, ahora iré a casa, comeré algo y volveré para proseguir con el descansillo de la primera planta.




Pero Gema tenía otra idea en mente.
-          ¿Y por qué no te quedas a comer? Ya le he dado de almorzar a Lucas, así que le toca su hora de la siesta. Y así tenemos tiempo para descansar antes de volver al trabajo.
-          Bueno… No quiero molestar Gema.
-          No es molestia Alfonso. Quédate y así no tienes que gastar tanta gasolina en ir y volver.
-          Venga vale, me has convencido.
-          ¡Estupendo! Por cierto, ¿podrías llevar a Lucas a la cuna? Yo voy a empezar a hacer la pasta…




Recogiendo a Lucas del suelo, Alfonso se lo cargó en los brazos.
-          No sé si te estoy agarrando bien, enano. Nunca he cogido a un bebé en brazos…




Cuando notó cómo la cabeza del pequeño se apoyó en su hombro, Alfonso agrió el gesto facial. No le gustaban nada los niños, pero tenía que soportar a ese mocoso porque trabajaba para su madre.




Pasando por detrás de Gema, quien preparaba la comida, Alfonso subió las escaleras mientras seguía manteniendo esa expresión en la cara. Había comenzado a notar cómo su camiseta comenzaba a mojarse por culpa de las babas de Lucas.




Mientras tanto, en Los Aniegos, Edgar salió del instituto cuando la mayoría se habían ido, ya que había quedado con una chica para venderle algo de producto…




Cuando la chica se presentó, sonrió a Edgar, quien se acercó a ella y le dio un abrazo, metiéndole la mano en el bolsillo de la chaqueta para dejarle la marihuana mientras que ella hizo lo mismo con el dinero.




De vuelta en casa de Gema, un Alfonso más relajado bajó las escaleras mientras olía el agradable olor que salía de la cocina.
-          Huele de maravilla.
-          Mejor sabrá, te lo aseguro Alfonso.




Sentándose a la mesa para comer, ambos charlaron y comenzaron a compartir sus vivencias mientras almorzaban unos estupendos macarrones con queso.




Y en el autobús del colegio, Edgar se sentó junto a su novia, quien no sabía a lo que se dedicaba él. Sin embargo, el adolescente dudaba mucho en contarle la verdad o no. Al fin y al cabo, era su novia y ambos se querían.




Tras comer y recoger la mesa, Gema se despidió de Alfonso diciéndole que se iba a echar la siesta.
-          Estupendo. Descansa Gema. Yo iré a por más pintura para comenzar arriba lo más pronto posible.
-          Vale. ¿Crees que terminarás hoy la parte de arriba?
-          Eso espero… Y si no, mañana vendré temprano para acabar.




En cuanto Gema entró en su cuarto, se quitó la ropa y se quedó en ropa interior. Tumbándose en la cama, pensaba en Alfonso. No era un hombre feo, pese a ser algo mayor que ella. Era simpático y la había hecho reír durante la comida…




Dándose cuenta de que tenía que ir al baño a lavarse los dientes, salió de su dormitorio, encontrándose a Alfonso sin parte de arriba y sólo con unos calzoncillos puestos.




Al escuchar la puerta, Alfonso se dio la vuelta y comenzó a disculparse con Gema.
-          Perdón Gema, pero al estar durmiendo me puse cómodo para ponerme a pintar y no manchar la ropa. Lo siento mucho. Voy ahora mismo a por mi ropa.
-          No te preocupes hombre. No eres el primer hombre que veo así.
-          Ya, pero no es muy profesional que me encuentres en ropa interior en tu casa.
-          Que te olvides de eso, que no pasa nada… Así puedo ver lo bien que estás…-dijo Gema mirándolo de arriba abajo-.
-          Mira quién fue a hablar… Tú tampoco estás nada mal Gema.
-          Ven aquí anda…-indicó la chica-.




Sin pensárselo dos veces, Gema besó la boca masculina mientras cerraba los ojos.
-          Guau, nunca me habían besado de esa manera,-comentó sorprendida la muchacha-.
-          Pues esto no es nada…
-          Ven, bajemos al salón para no despertar a Lucas.




Y unos minutos después, Gema botaba encima de Alfonso, quien la miraba con lascivia y lujuria, haciendo movimientos bruscos y fuertes que dejaban a Gema sin aliento.
-          Joder, nunca me habían follado así de bien. ¡JODER SÍ! ¡SIGUE ALFONSO JODER!




A todo esto, ya bien entrada la tarde, Miriam recibió una llamada de Edgar.
-          ¿Ahora? Mis padres no me dejan salir ya, mañana tenemos clase.
-          Venga, baja un momento al garaje. No se van a enterar, de verdad.
-          Joder, bueno vale. Te veo ahora.




Tras cinco minutos, Miriam bajó y se encontró a Edgar dentro del garaje con la puerta medio abierta.
-          ¿Cómo has podido abrir la puerta del garaje?
-          Un mago nunca revela sus trucos…




Acercándose, ambos se unieron en un dulce beso, haciendo que Edgar se relajase un poco, ya que estaba bastante nervioso por lo que le tenía que contar a Miriam.




Pero no era el momento para ponerse romántico, sino que ahora llegaba la hora de la verdad.
-          Miriam, tengo que contarte algo que me cuesta mucho decirte…
-          ¿Qué te pasa? Ya sabes que puedes confiar en mí.
-          ¿Te acuerdas que te conté que Genaro se vino a vivir a casa y que a mi madre la han echado de varias casas y que ahora trabaja menos?
-          Sí claro. ¿Qué ocurre?
-          Pues que en mi casa estamos pasando mucha necesidad y… Pues…
-          Venga, dime lo que sea.
-          Pues que he tenido que ponerme a vender marihuana en el colegio.




Miriam se sorprendió, pero no montó ningún escándalo.
-          ¿Por eso desapareciste en el recreo hoy?
-          Sí… No te lo podía decir en ese momento para que no me pillasen, por eso te lo cuento ahora.
-          Joder, pero te pueden pillar por hacer esto y te pueden mandar a un centro de menores y separarte de tu familia y de mí.
-          Lo sé, por eso será temporal, hasta que las cosas mejoren en casa, te lo prometo.
-          Bueno… prométeme que tendrás mucho cuidado, ¿vale?
-          Te lo prometo preciosa.




Y en la casa de Edgar, Genaro intentaba hablar con Rosalía.
-          ¿Qué te pasa? Llevas todo el día ensimismada.
-          Nada, no te preocupes. ¿Has conseguido contactar con Gema?
-          No, sigue sin cogerme el teléfono. No sé si habrán llegado bien o si a mi hijo le pasa algo… Lo peor es que no tengo ni idea de a dónde se han mudado y dudo que Gema sea tan bondadosa como para traerme a Lucas cuando me toque.
-          Pues si no lo hace denúnciala.
-          ¿Y con qué dinero pago al abogado? Ya apenas me queda de lo que gané trabajando en el súper.
-          Jo…




Pero Genaro sabía que a Rosalía le pasaba algo.
-          ¿Y tú me vas a contar qué es lo que te pasa?
-          Gema, eso es lo que me pasa. Que me da rabia que no te permita ver a tu hijo cuando tú tienes ganas de verlo. Sin embargo a mí me dejaron tirada y el padre de Edgar nunca se quiso hacer cargo de ninguno de los dos.
-          Qué hijo de puta… Ojalá pudiera echarme a la cara a ese tío algún día.
-          Eso es agua pasada…
-          Bueno… ¿Pero te pasa algo más o eso es todo?
-          No, estoy bien… Tranquilo…




CONTINUARÁ…

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